Fue la excepción de la pasada década. Ningún Sevilla-Osasuna había sido tan parecido a un partido de fútbol como el último, y eso que en el banquillo visitante estaba uno de los técnicos menos queridos por el Pizjuán. Despedido en su momento por los malos resultados, Camacho visitó por primera vez el estadio hispalense en calidad de entrenador foráneo, pero ello no trascendió más allá de lo puramente deportivo y la escuadra navarra se hizo con un valiosísimo punto a falta de un minuto gracias a un gol de Pandiani.

Pero eso no ha sido lo habitual y la duda que flota en el aire de cara al partido de este próximo domingo es si se manten- drá ese clima de respeto mutuo o saldrán a relucir pasados capítulos de triste recuerdo. Bien es verdad que gran parte de los protagonistas de esos episodios ya no están en la nómina de ambos clubes, pero dentro de tres días se podrá comprobar si han dejado o no su impronta.

Pese a la diferencia de calidad, y sobre todo de chequera, los rojillos casi siempre le han tomado la medida a los andaluces, a quienes han dejado en la cuneta en algunas eliminatorias, lo que ciertamente no les sentó nada bien por aquel entonces. Ello unido a que desde el barrio de Nervión se achacó a Osasuna la no clasificación del Sevilla para la UEFA en 2002 por entender que los navarros se dejaron ganar en El Sadar por el Alavés, quien ocupó el puesto europeo.

Las ediciones coperas de 2003 y 2005 así lo atestiguaron. La primera podría considerarse como la mecha que encendió una hoguera que está por ver si todavía pervive. Ya en ese encuentro de ida las cosas se pusieron muy calientes y ni siquiera el manto de nieve que cubría El Sadar para la vuelta consiguió enfriar los ánimos, en un choque muy duro en el que los locales se llevaron el gato al agua.

Dos temporadas después llegaría la revancha para los dirigidos por Caparrós, pero en medio -en mayo de 2004- se producirían los incidentes más graves. El envite acabó convirtiéndose en un combate de boxeo entre Bakayoko y Alfaro, una lucha dialéctica entre el utrerano y Javier Aguirre, y la trifulca entre Alfredo -tercer entrenador de Camacho- y el actual delegado hispalense, Cristóbal Soria, quien también sería protagonista más adelante. El Sevilla tampoco pudo desquitarse en la Copa de 2005, en la que Osasuna llegaría a la final.

La venganza hispalense vendría en competición europea. Ziganda había conseguido llevar al grupo de jugadores heredado del preparador mexicano hasta las semifinales de la UEFA, pero su sueño se vio enterrado en el Pizjuán, donde cayó por 2-0.

Sólo hubo que esperar a la temporada siguiente para que se volvieran a reeditar los incidentes cuando Iturralde pitó un inexistente penalti en el descuento y todo acabó en gresca con el ínclito Soria de por medio, un cabreadísimo Goikoetxea tras ver cómo Renato lanzaba agua por detrás a Azpili- cueta y unas acusaciones gravísimas hacia Ziganda que acabaron en querella judicial.