Anjel Ordóñez Periodista
El Carnaval y la higiene de Korta
Es tiempo de Carnaval. Para unos, otra excusa impecable para regresar al bar, vestidos de cualquier cosa, ataviados con desesmero, disfrazados de casi nada. Para otros, el momento largamente esperado, el comienzo del ritual, el milagro de la metamorfosis. El disfraz, si es honrado y sentido, libera sueños domados, descarga frustraciones y hasta redime penas. A un tiempo, esconde el rostro y desnuda el alma. Es medicina y terapia, remedio y enmienda. Es la rendija por la que se fuga de nuestra celda cotidiana el espíritu infantil que cada cumpleaños ocultamos un poco más hondo en algún lugar de nuestra tiesa madurez.
Es tiempo de fiesta, y en la fiesta se retrata el pulso de un pueblo, su idiosincrasia y sus anhelos. Es tiempo de Farolín y Zarambolas; de Kakarro y la bruja de Leziaga; de Markitos y el Porrero; de Lantzoi y Akuli; del Momotxorro, los kaskabobos, los palokis y los zarramuskeros; de Kamarro, Tartalo, Tipulon y los zanpantzarrak; de Miel Otxin y Ziripot; de Txerrero y Gathusain; de los oridos y los iraskos. Es tiempo de éstos y de otros, dispersos en lo geográfico, fundidos por el alma de una fiesta sin bridas. Es tiempo de Momo, el dios del sarcasmo y la burla, de la eterna ironía; hijo de la noche y descendiente del caos, expulsado del Olimpo por reírse de sus pares mayores, condenado por loco y holgazán. Otros no sé, pero el dios Momo existe, es verdadero. Como verdadero es Korta, Jose Luis. Imprescindible. No me lo podía aguantar.
Cuesta encontrar tipos de una pieza, a cara descubierta. Cuesta toparse con la palabra sin freno ni jabón. Cuesta. Y ahí está Korta, en la Patagonia, en el fin del mundo, sudando firmeza, con sus grandes virtudes y sus muchos defectos, con su mala hostia. No soy amigo de halagos. Más bien lo contrario. Pero me confieso kortista, kortiano, kortazale. ¿Hay algo más verdadero? Ánimo, Jose Luis, no podrán contigo. Pero cuidado, limpiarte el culo con «la roja» puede llevarte camino del martirio, y aunque el juez sin miedo anda acojonado, por menos, por mucho menos, han empitonado antes. Cuidado, digo, veo mucho chivato suelto, y mucho meritorio. Es tiempo de Korta. Gora aratusteak!