Roma «premia» el trabajo de Blázquez en Bilbo con la archidiócesis de Valladolid
El obispo de Bilbo, Ricardo Blázquez, verá «premiado» el trabajo encomendado hace quince años por la Santa Sede en las diócesis vascas con el arzobispado de Valladolid si finalmente Roma, tal y como aseguran diferentes fuentes de la curia, confirma los insistentes rumores acerca del relevo del abulense. El «tal Blázquez», como le definió el ex presidente del PNV Xabier Arzalluz, retornaría a tierras castellanas después de que dos hombres fieles a Rouco, Mario Iceta y José Ignacio Munilla, dirijan la Iglesia vizcaina y guipuzcoana a pesar de «no ser deseados».
Agustín GOIKOETXEA |
Las noticias relacionadas con el traslado de Ricardo Blázquez no son nuevas, ya que periódicamente el abulense ha aparecido en diferentes quinielas barajadas por los medios de comunicación para ocupar uno u otro arzobispado. En noviembre de 2007 se habló de que la Santa Sede ultimaba su nombramiento como arzobispo ad perso- nam, un reconocimiento de la curia vaticana a la labor desempeñada en Bilbo y como presidente de la Conferencia Episcopal Española de 2005 a 2008. Roma elevaba así el rango a Blázquez pero sin otorgarle plaza en una archidiócesis.
La noticia se sumó a otras anteriores y fueron muchas las voces en el seno de la Iglesia vizcaina que dudaron de ella, por ser poco habitual la fórmula ad personam. Se trataba al parecer de «premiar» al que ha sido los últimos 15 años prelado de Bilbo. El tiempo dio la razón a los escépticos, como sucedió antes cuando se habló de su candidatura a los arzobispados de Oviedo, Toledo, Granada e Iruñea.
Son muchos los que ahora otorgan veracidad a los rumores que advierten de su nombramiento al frente de la archidiócesis pucelana, partiendo del hecho de que Roma piensa que ha logrado variar el rumbo de la Iglesia vasca con los nombramientos de Mario Iceta y José Ignacio Munilla, muy criticados por la mayoría de las comunidades diocesanas respectivas.
«No resultaría extraño el ascenso», apuntan desde la diócesis. «Su estancia entre nosotros se ha extendido en un tiempo razonable para perfilar un modelo eclesial y, sobre todo, para estructurar una tela de araña con hombres de confianza que garanticen el encargo que el titular, cuando vino, traía para la Iglesia vizcaina», argumentan.
Un presbítero vizcaino reflexiona así: «Karmelo Etxenagusia, hombre de la casa, era el referente fiel y apaciguador ante las previsibles crispaciones o salidas de tono en la vida de la diócesis y Juan María Uriarte recogía el sentir de la Iglesia vasca en Hegoalde. Ambas jubilaciones, en fechas diferentes, junto a las novedades de Iceta y Munilla, dejan el campo libre para asegurar el último paso de una estrategia diseñada por monseñor Ángel Suquía, cuando ocupaba, con plaza y mando, la archidiócesis de Madrid y la presidencia de la CEE».
Valladolid, según varias fuentes consultadas por GARA, no es «una solución mala» para Blázquez, después de que fuera candidato alternativo a Rouco Varela para la presidencia de la CEE y después también de haber inscrito su nombre en el documento que imposibilitó el que pretendían los integrantes del grupo del cardenal y arzobispo de la sede madrileña ante el conflicto vasco. «Castellano de Ávila y ex profesor de la cercana Salamanca, Valladolid se antoja como un aterrizaje digno para un hombre esmerado que se ha prestado a dos errores», subrayan, en referencia a sus dos encontronazos con el hombre fuerte de la Iglesia española.
La previsible marcha del de Villanueva del Campillo a Pucela supondría el ascenso definitivo de Mario Iceta a la prelatura de Bilbo. Al ser consagrado en abril de 2008 obispo auxiliar, ya se indicó que ése no era más que un paso intermedio en la estrategia de la Santa Sede con la asesoría de los cardenales Rouco y Cañizares.
El gernikarra ha centrado su trabajo más urgente y prioritario en el seminario y la pastoral juvenil, de modo que mantiene un contacto directo y continuo con los seminaristas y superiores de la institución de formación eclesial, además de encuentros con los curas más jóvenes.
Blázquez y su sucesor han sido y son, a pesar del tiempo transcurrido desde su designación por los papas Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, dos obispos no deseados. «Tampoco es un secreto que una iglesia estructurada en los moldes, sentir y pensar del Concilio Vaticano II, se ve amenazada después de este recorrido -explica un integrante de la diócesis en referencia al mandato del abulense-, consciente y constante, a lo largo de todos estos años».
Se diluye la realidad vasca
Es más, las fuentes consultadas para sondear el sentir de la comunidad diocesana ante los nuevos cambios, que prefieren mantenerse en el anonimato por temor a represalias, comentan que «es una certeza que las últimas decisiones prescinden de la identidad de este pueblo, ignoran el trabajo y los esfuerzos de 45 años post-conciliares y meten palos en las ruedas para evitar entendimientos y soluciones por todos deseadas».
Quienes vienen defendiendo las modificaciones introducidas sucesivamente en los obispados de Bilbo, Iruñea, Baiona y Donostia las sustentan en la necesidad de cambios para recuperar el terreno perdido por la securalización. Pero la única variación que se atisba, remarcan sus detractores, es la que se deriva de la potenciación por parte de la jerarquía eclesial de los movimientos neoconservadores y un mayor abandono de fieles que huyen de los mensajes ultras.
«La principal asignatura de la Iglesia es la Iglesia -resaltan-. Ésa que en el desarrollo de 2000 años ha conocido formas y modelos perfectamente diferenciados y, hoy, se resiste a mostrar otro estilo donde la estancia y la pertenencia gocen de credibilidad, prestigio y admiración». Quienes apuestan abiertamente por una Iglesia católica cercana creen que «una Iglesia que pertenece a la Historia debe dejarse historizar, prestarse a remodelaciones y confiarse a transformaciones, incluso, arriesgadas».
«El clero es un elemento de su pertenencia, pero no el más importante», destacan quienes reivindican sin descanso mayor protagonismo para los creyentes en general. «Jesús no ordenó nada a sus discípulos y, como a los demás, los envió para que den testimonio con los dones que estaban a disposición de cada uno. Renovar estructuras y renovar modelos internos para que el mensaje de Jesús sea posible en este mundo moderno, es la principal asignatura de la Iglesia», defienden.
En el caso de Euskal Herria, se recuerda que «desde la Edad Media, la Iglesia se vio obligada a diferentes ensayos para someter a disciplina a los habitantes de los territorios vascos. Nuestra pertenencia a múltiples obispados es la partitura donde se expresan los ricos movimientos que completan la obra».
«En el Concilio de Trento fuimos excomulgados por nuestras inclinaciones paganas, hoy todavía, estamos pendientes de ser amnistiados. Hemos tenido obispo destituido -Mateo Mugika en 1936 por el Gobierno de Franco en Burgos- o secuestrado en su domicilio -Antonio Añoveros, en 1974, por el Gobierno español que presidía Arias Navarro-, en épocas conocidas por nosotros». Son ejemplos que se ponen para analizar la relación de la Santa Sede hacia la Iglesia vasca.
Por ello, los cambios acaecidos en los últimos quince años son, a juicio de algunos curas, «un intento más en insistir que los vascos somos ilocalizables, irreconocibles, luego inexistentes. La apuesta es provocadora, y el resultado se verá en breve». A partir de ahí, con Iceta y Munilla al frente de las diócesis, los sustitutos no vendrán de fuera, sino que serán curas ultraconservadores vascos.
El obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, quiere que la elección del nuevo vicario general de la diócesis disponga de cierto aval de los curas guipuzcoanos, a pesar de que, según avanzan varias fuentes, el elegido será el sacerdote azkoitiarra Joseba González Zugasti. Aunque el prelado pactó en enero una «tregua» con los presbíteros críticos con su nombramiento -la mayoría-, la fórmula que quiere emplear no es aceptada, ya que oculta los sufragios reales que obtendría cada uno de los candidatos.
Munilla quiere que los párrocos le trasladen una terna de candidatos y, una vez realizado el cómputo de los tres con más respaldos, les informará del resultado. Su intención es remitir una misiva a los electores para que conozcan sus pretensiones. Por contra, una mayoría de sacerdotes apuesta, tal y como ha sabido GARA, por listas abiertas por arciprestazgos -hay 14 en Gipuzkoa-; una vez contados, se conocería a la terna de finalistas. Las discrepancias surgen del hecho de que los párrocos dudan de que el candidato de Munilla sea el que mayor número de apoyos recabe entre el clero.
«El Código de Derecho Canónico -confiesan los críticos- le da facultad al obispo para obviar los resultados y puede nombrar así al que le parezca entre los más votados, aunque sea el octavo». Cada vez son menos los que dudan acerca de la identidad del nuevo vicario general: Joseba González Zugasti, un joven valor de la Iglesia guipuzcoana a sus 51 años, que este diario ya avanzó en diciembre que iba a ser uno de los puntales en Donostia de la prelatura de Munilla.
González Zugasti imparte sus enseñanzas en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Pio X de Donostia y está a punto de defender en la Universidad Gregoriana de Roma su tesis doctoral en Sagrada Escritura. En la comunidad diocesana guipuzcoana se le considera «más moderado e inteligente» que Munilla, al que está muy vinculado por coincidir en la defensa de tesis de obediencia española después de ciertos devaneos con las jeltzales. Es más, hay quien en el seno de la curia considera que el azkoitiarra podría llegar a portar mitra y báculo tras algunos años de «rodaje» como vicario general en Donostia.
«Es muy de la línea de José Ignacio Munilla pero guarda muy bien las formas, es muy educado y aparentemente moderado en sus discursos, cuidadoso de no herir, aparentemente conciliador y mejor estratega que Munilla. Sería el obispo en la sombra y el moderador de las declaraciones del otro -aventuran fuentes diocesanas- . Tiene un euskara sencillo, natural y cercano o coloquial. Sabe estar y es muy `suave' y cercano».
Mientras se hace oficial del nombre del vicario general, el obispo continúa con las reuniones por los arciprestazgos, donde ha tenido que oír bastantes críticas, aunque, según comentan, Munilla «mantiene la compostura, ni se inmuta». En todos los encuentros, el prelado insiste en que los sacerdotes eviten hacer llegar a los medios de comunicación sus reflexiones críticas. A.G.