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Dabid LAZKANOITURBURU I Periodista

Ucrania, entre la espada de Occidente y la pared rusa

Como cuchillo en mantequilla. Las presidenciales han vuelto a sacar a la luz las dos Ucranias. La que habla ucraniano, cree que la salvación le llegará del oeste y contrapone una visión mítica de su pasado frente a Rusia; y la que habla ruso, recela de los cantos de sirena occidentales y asume, como territorio de frontera, sus lazos con el históricamente hegemonista gigante euroasiático vecino.

Más allá de los resultados, son las reacciones las que revelan que las cosas han cambiado en el V aniversario de la «revolución naranja».

La UE se ha apresurado a felicitar al rusófono Viktor Yanukovich, dejando sola y sin novio a Timoshenko, la Juana de Arco ucraniana. Tampoco los EEUU de Obama parecen estar por la labor de seguir hostigando a Moscú, por lo menos en Ucrania.

El francés Sarkozy se ha sumado al coro de los que piden pasar página en aquel país. Y es que no puede ocultar su entusiasmo pro-ruso ahora que está ultimando la venta a Moscú de cuatro barcos de guerra Mistral -toda una novedad en las relaciones entre los aliados y Rusia-.

El Kremlin ha elevado el tono contra Irán, cumpliendo su parte del trato y, de paso, castigando a Teherán por sus crecientes escarceos con China, que parece la última línea de defensa -aparte de la propia- que les queda a los iraníes en su enfrentamiento con Occidente.

Y, mientras tanto, los ucranianos seguirán siendo utilizados en ese Gran Juego de intereses. Por lo menos hasta que no emerja la tercera Ucrania, la de los que aspiran a no ser un país que deba ser homologado desde fuera, por unos o por otros. Un país frontera, pero sin los vecinos hasta en la cocina.

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