Ni en el museo de cera existe Jaime de Marichalar. Es un proscrito. Pero seguirá siendo el padre de unos infantes de España, pese a la estigmatización que está sufriendo actualmente. Un divorcio en la católica familia real española. Borbones disolutos, divorciados. La foto de esa familia retocada, sin el divorciado. Y la imagen final, sacado en carretilla del museo de cera. No se puede pedir más para los artistas del chiste animado, los amantes del absurdo, los practicantes del esperpento. La España eterna. Frustración para quienes han visto en este gran hombre, ahora defenestrado, como el gran faro para guiar a esa familia hacia un futuro más resplandeciente. Lo que se pierden.

Al igual que en GH se pierden carnaza con la expulsión de Arturo, pito duro, ese tipo de Irun que es un muestrario ideal de la estulticia televisiva. La audiencia no busca en estos programas nada más que un poco de entretenimiento morboso, y él, junto a Indira, lo daban. Entraron en esta fase extraña que llaman «El Reencuentro», se volvieron a liar, aportaron imágenes de sexo, de amor, y ya han vuelto a las andadas, lo que sucede es que en esta ocasión ha sido él quien ha perdido los papeles y le ha lanzado un vaso de kalimotxo al plato de pasta, lo que le ha mandado a la calle, expulsado por el programa. Ella se fue voluntariamente a las horas pese a que el programa le proponía meter otra pareja. Hay más dinero a ganar y más trascendencia en los programas de apoyo que estando allí dentro sin garantías de poder montar el espectáculo. Tonta, parece, lista no es, pero es muy calculadora y ha entendido el negocio.

Esta versión de GH es un museo viviente de productos televisivos caducados. Parejas que tuvieron sus momentos de gloria y que intentan revivir en situaciones poco propicias. Ganadores de otras ediciones junto a perdedoras pertinaces. Parejas rotas, recompuestas para la ocasión que muestran sus incompatibilidades. Personas destruidas por la propia fama volátil alcanzada por su paso por el reality. No es nada ejemplarizador. Sirve para acumular argumentos sobre su toxicidad. Tele 5 tiene dependencia por el formato. Mercedes Milá es parte sustantiva del museo.