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Un test para la nueva estrategia de Obama

La gran ofensiva puesta en marcha ayer y anunciada a bombo y platillo constituirá el primer test verificable de la estrategia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, para buscar una salida honrosa del país tras traspasar el grueso de la responsabilidad militar a las milicias de Kabul. La batalla de Marjah se presenta como un laboratorio para la estrategia contrainsurgente.

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Dabid LAZKANOITURBURU I

La batalla de Marjah, una llanura agrícola situada en la cuenca del río Helmand, será, según los analistas, una suerte de laboratorio para testar la estrategia de contrainsurgencia anunciada por el general Stanley McChrystal, comandante de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, uno de cuyos objetivos declarados consiste en «ganar el corazón y el espíritu» de los afganos. Una estrategia que se combinaría con la avanzada por el presidente títere afgano, Hamid Karzai, con la bendición de la «comunidad internacional», y que consiste en intentar comprar a los combatientes talibán ofreciéndoles dinero y empleos.

«Este asalto busca probar la fortaleza del Gobierno y mostrar a los talibán que no pueden refugiarse en ningún sitio y que no tienen otra salida que la reconciliación», asegura Ahmad Saedi, politólogo afgano.

Por contra, los talibán han minimizado el alcance de este operativo. «Por lo que vemos sobre el terreno, esta operación no difiere mucho de las actividades cotidianas de las fuerzas invasoras», ha señalado recientemente el portavoz de la guerrilla, Yusuf Ahmadi, para recordar que Marjah es una zona muy pequeña en superficie.

«Atacar y huir»

Anunció además que recurrirán a las mismas tácticas con las que respondieron a los operativos lanzados en 2009 en la misma provincia contra los enclaves de Nawa y Khanishin. «Utilizaremos la táctica de atacar y huir y las bombas artesanales colocadas en las rutas (...) Con la ayuda de Dios, puedo asegurar a la nación afgana que las fuerzas invasoras sufrirán una derrota humillante».

Los talibán insisten en que pelearán por Marjah, pero los expertos recuerdan que en todas las anteriores ofensivas, las fuerzas islamistas no han ofrecido una gran resistencia, replegándose a las montañas para proseguir con su guerra de guerrillas.

Una estrategia que les ha permitido, en los dos últimos años, intensificar su insurrección y extenderla a la práctica totalidad del país, infligiendo crecientes bajas a las fuerzas ocupantes extranjeras.

«Los talibán responderán pero no lo harán frontalmente, porque son conscientes de que sufrirían grandes pérdidas», coincide Waheed Mujda, antiguo alto responsable del gobierno talibán (1996-2001).

«En lugar de eso, se dedicarán a hostigar a las fuerzas internacionales, que van a perder a soldados por las bombas artesanales», el arma principal de los talibán junto a los atentados suicidas, explica Mujda.

Tras conquistar el distrito, el objetivo será mantenerlo bajo control y restablecer las autoridades locales y militares abriendo el camino a una «reconciliación». «Habrá que coordinar los esfuerzos militares y la negociación», advierte Norine MacDonald, que preside el grupo londinense International Council on Security and Development.

«Si te limitas a vencer a los insurgentes pero no logras controlar el terreno, la ofensiva habrá resultado inútil», reconoce el general canadiense Eric Tremblay, portavoz de las fuerzas de la OTAN (Isaf). «La operación debe crear un clima en el que se pueda restaurar a las autoridades y permitir el desarrollo; no basta con una demostración militar (...) Siempre hemos dicho que no se trata necesariamente de matar a los insurgentes, pero si optan por combatir a las fuerzas afganas, serán eliminados», concluye.

El recuerdo de Falujah

Sobre el terreno, la sed de venganza de los marines por sus compañeros muertos en combates y atentados es patente. «Mis hombres quieren vengarse; es natural», resume el teniente Aaron MacLean, subcomandante de primer batallón de marines.

«Vamos a ir a lo grande», anunció ufano el general de brigada Larry Nicholson, comandante de la segunda brigada expedicionaria de marines. «No busco una lucha justa», añadió. Alrededor de 10.000 marines participarán en el asalto. Cuentan con refuerzos británicos, daneses y estonios y el apoyo de columnas de la milicia de Kabul.

El mando ocupante ha anunciado estos días que cientos de talibán habrían llegado a la zona para reforzar sus defensas. Ahmadi, portavoz de la guerrilla, matiza que «nuestros combatientes están preparados, pero son mayoritariamente de esta región. Es cierto que hemos enviado refuerzos, pero en muy pequeño número».

A medida que llegan en helicópteros, improvisan pequeñas bases y avanzan en su cerco, los marines son atacados por francotiradores y por fuego de mortero.

Un centenar de familias de Marjah, que contaba con unos 120.000 habitantes -sin contar los miles de desplazados por operativos ocupantes contra zonas vecinas- han huido en los últimos días a Lashkar Gah, la capital de la provincia de Helmand.

La operación, y su anuncio previo a bombo y platillo, recuerda la llevada a cabo por el Ejército estadounidense contra Falujah en noviembre de 2004 y que redujo a escombros la ciudad iraquí en una operación de castigo que dejó miles de muertos. Stratfor, página web de inteligencia militar vinculada al aparato de Estado de EEUU, alardeaba recientemente con que «con los ataques a Falujah y (a la también ciudad iraquí de) Ramadi a sus espaldas, los marines tienen experiencia en este tipo de ataque urbano».

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