La realidad de la tortura está ahí mismo, al alcance del conocimiento de quien tenga la mínima voluntad de saber la verdad. Basta preguntar en el entorno más próximo de cualquier ciudadana o ciudadano vasco para conocer, con pelos y señales, cómo las gastan los torturadores. Pero para que la tortura, además de eficaz, sea impune, es necesario el concurso de quienes la niegan. En los medios de comunicación españoles abundan los voluntarios para tan denigrante tarea.

Ayer en «La Razón» editorializaban al respecto a cuenta del traslado al hospital del último detenido que, aseguran, se autolesionó. Será como tantos otros...

Sobre la detención de Ibai Beobide decía el editorialista que «debe subrayarse la excelente labor que está realizando el Grupo de Acción Rápida (GAR) de la Guardia Civil, no sólo por la profesionalidad con la que actúan, sino también por las especiales dificultades que entraña su misión». Una veintena de guardias civiles deteniendo a un chico que iba en bici no me parece a mí la tarea de un titán, pero en fin...

Lo que le preocupa al editorialista es que «los miembros del GAR se enfrentan a pistoleros armados, pero también a terroristas adiestrados en técnicas de propaganda, como denunciar de manera sistemática malos tratos. De este modo, los detenidos buscan ser internados en centros sanitarios para no ser interrogados de manera inmediata y facilitar así la huida de sus cómplices». Que se o pregunten, por ejemplo, a los familiares de Joxe Arregi.

Y, a pesar de la impunidad -garantizada por el posterior indulto en el improbable caso de ser condenados-, el editorialista se tienta la ropa: «En algunos casos, las tretas de los etarras logran abrirse camino y en estos momentos varios agentes del GAR están procesados, entre ellos los que desarticularon el `comando Elurra', autor del atentado contra la T-4 de Barajas. Como es natural, la Justicia tiene la última palabra, pero jueces y fiscales están obligados a sustanciar cuanto antes unas patrañas que paralizan y denigran a quienes se juegan la vida por la seguridad de todos». Las «patrañas» son bien conocidas en estos pagos. ¿Por qué les indultan después? Está muy claro.