Uno de los aspectos más destacados de la iniciativa de la izquierda abertzale es la unilateralidad que la caracteriza. Algunos políticos prefieren entender este elemento como algo que les exime de toda responsabilidad. Nada más lejos de la realidad. Cuando la izquierda abertzale defiende la unilateralidad de su iniciativa, tomando sobre sus espaldas el peso de adoptar decisiones de calado que aceleren los cambios estructurales que definen el momento político, no es que no tenga multitud de peticiones lógicas que hacer al resto de formaciones. Las medidas básicas y positivas que podrían tomar el resto son evidentes, todo el mundo las conoce y nadie que tenga algún tipo de responsabilidad debería ser tan cínico como para menospreciar esta cuestión.

Por parte de los estados, la lista de gestos y acciones que sin duda allanarían el camino a recorrer hacia un marco democrático y que acelerarían el proceso comienza por aquellos que tienen que ver con derechos humanos y libertades políticas. Es evidente que ni el Estado español ni el francés están por la labor, pero no por ello hay que dejar de decirlo. Por un lado, deberían empezar por anular los castigos añadidos que sufren los presos políticos vascos, utilizados como auténticos rehenes. Por otro lado, deberían comenzar a desmantelar la telaraña legal que durante las tres últimas décadas ha tejido en Euskal Herria un estado de excepción. Eusko Alkartasuna ya ha apuntado en esta dirección. Por parte de otros agentes políticos y sociales vascos bastaría con pedirles menos soberbia, responsabilidad y altura de miras.

Lo reiteraba ayer Gerry Adams al felicitar a la izquierda abertzale por su determinación para resolver el conflicto y reivindicar los derechos nacionales y democráticos de Euskal Herria a través de medios pacíficos y democráticos: «Los siguientes pasos son cruciales para ver el desarrollo de la estrategia de la izquierda abertzale y la respuesta del Estado español». Que nadie utilice la unilateralidad para ocultar su responsabilidad.