Las mil y un caras del enigmático Bob Dylan
«I'm Not There»
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
La tardanza en el estreno de «I'm Not There» por lo menos no ha dificultado el seguimiento de la obra de Todd Haynes, gracias a que el angelino no ha realizado nada nuevo en cine durante estos tres años. Prepara, eso sí, una prometedora serie de televisión titulada «Mildred Pierce», sobre una novela de James M. Cain ambientada en los tiempos de la Gran Depresión, con Kate Winslet como una madre luchadora. El relativo descanso que se ha tomado el cineasta puede ser debido a que el biopic musical sobre Bob Dylan le llevó cinco años de preparación. Investigó mucho sobre la vida del cantante, ya que no quería defraudar a las varias generaciones de seguidores con que cuenta.
Era consciente de que no podía descubrir datos desconocidos a estas alturas, porque para eso ya están documentales fidedignos como «Don't Look Back» o «No Direction Home», pero tampoco quería cometer errores de documentación de cara a recrear la evolución personal y musical del misterioso artista en que se convirtió el verdadero Robert Allen Zimmerman. Por eso nunca se entrevistó con Dylan, prefiriendo observarlo desde la distancia y a través del tiempo.
Su intención fue en todo momento la de dar una visión caleidoscópica del de Minnesota, mostrando sus muchas facetas, ya que ni sus más aplicados estudiosos son capaces de asegurar cuál de todos los Dylan conocidos a lo largo de sus distintas y cambiantes etapas es el genuino. La única conclusión a la que cabe llegar cuando se le sigue la pista es la de que ha sido el músico más representativo de la segunda mitad del pasado siglo, si por tal se entiende la capacidad para reinventarse a sí mismo constantemente, dentro del vertiginoso y convulso ritmo de los acontecimientos históricos. Aunque suene a puro tópico, lo cierto es que su himno «The Times They Are a- Changin'» es el que mejor define las cinco últimas décadas en el mundo, justo las que lleva sin bajarse del escenario.
Ha sobrevivido a todas las modas mediante una capacidad de adaptación excepcional, así como por la ventaja que da el haber sido un adelantado. Dylan vino a revolucionar el mundo del folk, ya desde que se atreviera a aparecer en el Festival de Newport del 65 con un set eléctrico, junto a los legendarios Al Kooper y Mike Bloomfield. Los puristas se temieron lo peor, empezando por un Pete Seeger que lo había visto crecer al arrullo de las canciones tradicionales y pasarse a la canción protesta sin abandonara la totémica guitarra acústica. Pero esa música ya nunca volvería a ser igual, más aún con la edición del decisivo álbum «Highway 61 Revisited».
El paso del tiempo ha demostrado que el folk-rock era una de las fusiones naturales que tarde o temprano tenía que llegar. La amplificación de los instrumentos nunca fue un problema, menos para el Dylan que siempre se ha movido entre las raíces blancas y negras de la música norteamericana, combinando estilos a la perfección. Sus transformaciones musicales nunca fueron tan inquietantes como las de identidad, con su conversión religiosa que le llevó a acabar tocando para el Papa Juan Pablo II.
Todd Haynes ha hecho una película experimental en la que trata de captar los claroscuros de Dylan, a sabiendas de lo difícil de identificarlos durante una trayectoria tan dilatada como la suya. El recurso de los seis interpretes para dar forma a un único personaje poliédrico hace que la narración se componga de flashes, de instantáneas que el espectador debe ir reuniendo hasta componer mentalmente las piezas del puzzle.
Todos son Bob Dylan
Christian Bale encarna al Dylan más conocido, el cantante de country-folk que se hace mucho más famoso que el resto de trovadores de su época, por lo que debe proteger su intimidad del acoso mediático camuflándose bajo creencias que tal vez ni siquiera sean las suyas. Cate Blanchett es el Dylan ambiguo, que sorprendió a propios y extraños con una imagen casi andrógina cuando actuó en el Royal Albert Hall en 1966. Ben Whishaw es el Dylan poeta, y de ahí que aparezca vestido a la manera de Rimbaud. El niño afroamericano Marcus Carl Franklin adopta el nombre de Woody en homenaje a Woody Guthrie, así que cabe interpretar que juega el papel del Dylan de los comienzos influido por los padres del folk. Richard Gere luce como un vagabundo o forajido inspirado en Billy El Niño, en clara referencia a la intervención de Dylan en el western de Sam Peckinpah «Pat Garrett & Billy The Kid». Finalmente, el malogrado Heath Ledger incorpora a un actor que ha hecho de Dylan en la pantalla, con lo que asume la vertiente más ficcional del cantante.
Una nutrida banda sonora
Los músicos que intervienen en la banda sonora de la película podrían ser el séptimo u octavo Dylan, ya que para complicar todavía un poco más las cosas Christian Bale se desdobla. El de Minnesota es especialmente reconocido como compositor, al punto de que todas sus canciones han sido versionadas una y otra vez. Existe una teoría, según la cual, si se hacen tantas versiones es porque son composiciones inagotables. También hay otra más crítica, que se basa en las limitaciones de Dylan como cantante, motivo por el que sus canciones suenan mejor interpretadas por otros. La cuestión es que, cuantos salen en la banda sonora, integran esa otra identidad colectiva de los versioneadores dylanianos.
No obstante, Todd Haynes no ha querido que el Dylan cantante pierda protagonismo en la película, donde se oyen sus éxitos en las grabaciones originales. En cambio, en el disco de la banda sonora sólo se incluye a Dylan en único tema, el del título. La explicación es que «I'm Not There» nunca apareció en ningún álbum oficial y se conoce a través de las míticas grabaciones encontradas en un sótano. El sonido rescatado pertenece a aquellas sesiones junto a The Band que integraron «The Basement Tapes».
El disco cuenta tanto con versiones de artistas del indie actual como del folk de siempre. En el primer grupo sobresale la presencia de Sonic Youth, que son los encargados de dar su visión particular de «I'm Not There», el tema central. Luego, ya por separado, Lee Renaldo, fundador del grupo, se integra en Million Dollar Bashers, formación especialmente creada para acompañar a algunos de los cantantes que salen en el CD.
Así, por ejemplo, acompaña a Stephen Malkmus (Pavement) en «Can't Leave Her Behind». Malkmus dobla además a la actriz Cate Blanchett en su actuación del Royal Albert Hall con el clásico del repertorio dylaniano «Ballad of a Thin Man». La otra banda invitada a las grabaciones es Calexico, y lo mismo colaboran con el veterano cantante country Willie Nelson que con la francesa Charlotte Gainsbourg en «Just Like a Woman». Los Lobos, Yo La Tengo o Cat Power no necesitan de músicos adicionales para poner su potencial al servicio del homenajeado.
Todd Haynes llamó la atención a finales de los 80 con su incorrecto biopic musical sobre el dúo de hermanos The Carpenters, hecho en animación con muñecas Barbie y cuya difusión fue perseguida legalmente. Diez años después hizo un insuperable retrato del fenómeno generacional del glam-rock con «Velvet Goldmine», libremente inspirada en figuras como Marc Bolan o David Bowie. Para su brillante homenaje a los melodramas clásicos de Douglas Sirk en «Lejos del cielo», no dudó en utilizar viejas grabaciones del maestro Elmer Bernstein.
M. I.