Obsesión por un cuadro del XVII
«Amores locos»
M. I. | DONOSTIA
Beda Docampo Feijóo había realizado el grueso de su filmografía en Argentina, hasta que llevado por su origen gallego regresó para rodar el drama sobre reunión familiar a este lado del charco «Quiéreme». Una vez establecido, su siguiente largometraje es plenamente europeista y supone un viaje imaginario desde el Madrid actual a la Brujas del siglo XVII.
Eduard Fernández es un psiquiatra especializado en delirios pasionales que, durante una visita al Museo del Prado, conoce a una vigilante que está convencido de que ambos son idénticos a una pareja de enamorados que aparece en una pintura flamenca de autor desconocido. Dicha obsesión es asumida por la actriz Irene Visedo, quien se convertirá en paciente de ese doctor al que ha escogido como compañero en su viaje mental a través del tiempo.
El guión, escrito por el director en colaboración con César Gómez Copello, es un recurso metafórico para hablar una vez más de la locura romántica y de los amores eternos. El cuadro utilizado como leit motiv ha sido pintado especialmente para la película, y en él se ve a un profesor dentro de una habitación junto a un piano. Una escena aparentemente común, pero cuya contemplación continuada llega a confundir a la protagonista femenina.