Están tan obsesionados con preservar los restos de aquel imperio en el que nunca se ponía el sol que pierden hasta las formas y se muestran en toda su desnudez. Cuando se menta el euskara, por ejemplo, resultan patéticos.

Ayer el editorialista de «El Mundo» se hacía eco del informe sobre la educación en la CAV y, a pesar de los datos demoledores que ofrecía el Departamento de Isabel Celaá, sacaba sus propias conclusiones.

Decía el editorialista que «algún día habrá que hablar del modelo B, la enseñanza bilingüe, perjudicada por la pugna que se ven obligados a mantener los defensores del A para evitar su aniquilamiento y fagocitación por el D, que en esa lucha sin cuartel por todo lo que no sea euskaldun arrasa también con las soluciones intermedias». Lo que trata de sostener con tanta palabrería es que el castellano es una lengua oprimida, en serio peligro de desaparición. ¡Qué jeta!

Y como el que no se consuela es porque no quiere, el de «El Mundo» se agarra un clavo ardiendo: «la discusión es infinita y la materia, compleja. No hay una única verdad, aunque algunas las empezamos a conocer ahora. La prematrícula instaurada por Celaá ha descubierto por primera vez en años un leve repunte de la enseñanza en castellano y frenado su caída en picado. Por algo será». A renglón seguido se ve el escriba obligado a reconocer que «el crecimiento es insignificante a efectos globales», pero le resulta suficiente para sostener su disparatada tesis: con ese crecimiento «comienza a aflorar en números una problemática a la que la política nacionalista ha querido dar carpetazo».

Y como la cosa es, más que débil, esquelética, pone en cuestión la veracidad del informe: «Aún cabe la duda de si los números son los reales o sólo una tímida manifestación de lo que sigue todavía enterrado. A estos efectos la denuncia de once padres sobre las dificultades para hacer valer sus derechos en la prematrícula en favor del modelo A dice mucho sobre los obstáculos que no se consigue que desaparezcan por decreto. la presión y falta de colaboración de algunos colegios es tan creíble como denunciable». Lo dicho: patético.