El presidente de EEUU, Barack Obama, haciendo caso omiso de las protestas de Beijing, recibió ayer al Dalai Lama, líder espiritual de los tibetanos en el exilio, al que le expresó su «fuerte respaldo» a los derechos humanos y a la identidad lingüística, cultural y religiosa «única» de Tíbet. Obama instó también a mantener un diálogo directo entre Tíbet y China.

La llegada del Dalai Lama fue muy discreta y se hizo al margen de las cámaras, pero después de su entrevista, el líder tibetano se dirigió brevemente a los numerosos periodistas. Señaló que su causa es «justa» y «pacífica» y dijo estar «muy contento» por el encuentro mantenido. «El presidente me ha expresado su apoyo», manifestó junto al ala oeste de la Casa Blanca, en una comparecencia pública que indignará a las autoridades chinas.

La reunión, de casi una hora, tuvo lugar en la Sala de Mapas en lugar de en el Despacho Oval y a puerta cerrada para restar relevancia pública a un evento que había despertado una gran expectación en todo el mundo y las protestas de China.

«El presidente declaró su firme respaldo por la preservación de la excepcional identidad religiosa, cultural y lingüística y la protección de los derechos humanos de los tibetanos en la República Popular China», declaró el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs.

«Elogió el enfoque de la `tercera vía' del Dalai Lama, su compromiso con la no violencia y su búsqueda del diálogo con el Gobierno chino», indicó Gibbs. Agregó que Obama «subrayó que ha alentado insistentemente a ambas partes a iniciar un diálogo directo para resolver las diferencias y que se alegraba por la reciente reanudación de las negociaciones». China reanudó en enero las conversaciones, suspendidas en noviembre de 2008, sin resultados tangibles.

Además, «el presidente y el Dalai Lama coincidieron en la importancia de una relación positiva basada en la cooperación entre EEUU y China», concluyó Robert Gibbs.

Beijing se opone a cualquier contacto del Dalai Lama con líderes extranjeros. Obama le evitó durante una visita a Washington en 2009, lo que provocó el enfado de los defensores de los derechos humanos, pero esta vez ha hecho oídos sordos a las advertencias de China.