Era el Día D y el Arrate no falló. Tras dos derrotas consecutivas en este arranque de la segunda vuelta, los albiazules estaban obligados a dar cuenta del farolillo rojo, tomando aire y alejando definitivamente a un rival que amenazaba con convertirse en rival directo.

Dicho y hecho. Aunque no se rindió en ningún momento y hubo hasta quien percibió algún escalofrío en la espalda en determinadas fases del partido, el Morrazo demostró el por qué de su mala clasificación. Pero puede decirse algo similar del Arrate, superior a la escuadra gallega, pero no como para sacarle de la cancha.

A los locales, de hecho, y pese a que su rival necesitó seis minutos para subir al marcador su primer gol, les costó romper el partido. Siempre por delante, pero con ventajas no suficientemente tranquilizadoras, hubo que superar el ecuador de la primera parte -a diez minutos del descanso se alcanzaba la máxima diferencia, 13-7- para que el mirar al luminoso resultase definitivamente satisfactorio.

Los gallegos amenazaron con la reacción, que no se vio interrumpida por el descanso, aunque nunca tuvieron su desventaja por debajo de los cuatro goles. Mediado el segundo tiempo, un gol de Harsany elevó a ocho la renta de los eibarreses y, aunque el Morrazo nunca perdió la cara al choque, el Arrate ya no dejó escapar su balón de oxígeno.

La próxima semana puede dar el paso definitivo a la salvación, en su visita a otro rival directo, el Toledo.