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Antonio ALVAREZ-SOLÍS Periodista

Incoherencias

 

Ya sé que nadie sensato debiera leer algo tan espantoso como un escrito forense, ya sea auto inculpatorio o recurso de apelación. Pero la vida actual está poblada de esta literatura montaraz a falta de inteligencia política y de capacidad de diálogo. Solamente por esta razón he leído el recurso de apelación del juez Garzón ante la instrucción de que es objeto en estos momentos. Se trata de un escrito plúmbeo, reiterativo, elemental, pero, sobre todo, sorprendente por ciertas afirmaciones que se sientan para una recta aplicación procesal. En el recurso el letrado que lo redacta afirma que la motivación del auto «se limita a una sucesión de calificativos peyorativos acerca de de la conducta de mi mandante». Que se alegue tratándose de Garzón de «una sucesión de calificativos peyorativos» no deja de sorprender a quien ha leído instrucciones y autos del famoso magistrado acerca de detenidos en Euskadi ¡Maldita sea: eso se llama incoherencia! Pero es que poco después el recurso afirma: «El auto muestra una patente desviación de los hechos objeto de esta causa, ofreciendo una visión tan sesgada de la instrucción llevada a cabo que sólo cabe explicarse desde una idea preconcebida de este asunto, que le impide analizar con objetividad los hechos que contempla». Otra vez ¡maldita sea! Sr. Garzón, pero ¿es que usted no lee lo que escribe cuando realiza sus apresamientos nacionalistas? Pues parece que no. Y redondea sus incoherencias el famosísimo magistrado por medio de su abogado cuando se queja a boca llena: «El auto no duda en dar por sentadas unas conclusiones a priori, obtenidas haciendo un proceso de intenciones». Sr. Garzón ¿con que un proceso de intenciones, eh? ¡Por María Santísima, señoría, un poco de coherencia!

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