CRíTICA teatro
El gran roedor
Carlos GIL
Lectura activa de un cuento clásico. El gran roedor de todas las nociones de justicia, igualdad y democracia es la corrupción. El poder, transformado en una oficina de abastos de favores a cambio de recompensas económicas. Y la solución no puede ser, precisamente, la que convoca el propio poder corrupto, sino que tiene que ser algo con mayor credibilidad. La magia de un flautista capaz de acabar con todas las ratas de Hamelin, aunque sea momentáneamente.
La dramaturgia, acertada en la aproximación a una realidad circundante, especialmente la de Italia, de donde son los colaboradores en la producción y el equipo de adaptadores y creativo, que se ve perfectamente plasmada en su realización escénica. Un espacio escénico conceptual brillante, funcional y estéticamente, un vestuario acorde con la propuesta, una iluminación imbricada para servir a un trío de actores que consiguen emocionar, atrapar a las audiencias, ya sean de niños y niñas como de adultos, utilizando recursos multidisciplinares, con una teatralidad en ocasiones muy remarcada en la interpretación, con unos cuidados movimientos, con la profusión de cambios de personajes y con la música tocada por ellos en vivo y en directo que le dotan de una significación superior en cuanto al valor de conjunto.
Además, tratan a los públicos recomendados de 7 a 11 años, con un respeto absoluto, proponiendo un juego de lenguaje rimado, unas incursiones en situaciones muy complejas pero resueltas con inteligencia artística para la comprensión.