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Tasio Erkizia militante de la izquierda abertzale

La reflexión de los partidos

La facilidad de los partidos políticos para echar siempre la culpa y la responsabilidad de los hechos y situaciones embarazosas a los demás es pasmosa. Y ello va parejo a la falta de capacidad para asumir sus propias responsabilidades y hacer las correspondientes autocríticas. Esa falta de madurez para reconocer las deficiencias propias no es ciertamente exclusiva de los partidos políticos ni de las personas que ocupan responsabilidades en las instituciones, sino que parece ser una actitud generalizada en el género humano, pero en esos casos es manifiestamente preocupante.

La izquierda abertzale tampoco se libra de esa pandemia política. Pero ha demostrado tener capacidad para abordar un análisis serio sobre la situación política actual y concretar las formas de trabajo político más eficaces para conducir a Euskal Herria a un escenario democrático, en el que la opción independentista tenga las mismas opciones que las restantes. Y a pesar de realizar dicho debate en condiciones extremadamente difíciles, sin el concurso de muchas docenas de cuadros actualmente encarcelados por hacer política, hemos realizado un debate amplio y participativo. Y, además, asumimos plenamente nuestra propia responsabilidad en la construcción del futuro al afirmar: «La izquierda abertzale es consciente de que la clave no está en esperar a conocer lo que el resto de agentes están dispuestos a hacer, sino en lo que nosotras y nosotros debemos hacer». Asumimos nuestras responsabilidades al tiempo que mostramos nuestra plena confianza en el conjunto de la ciudadanía.

Aún así, son varios los partidos que siguen exigiendo más y más a la izquierda abertzale, mientras ellos mismos no son capaces ni de preguntarse sobre las responsabilidades que tienen en la situación actual que vive nuestro pueblo y cuáles son las actitudes que tienen que modificar para lograr una paz basada en el reconocimiento de todos los derechos individuales y colectivos de nuestra comunidad política vasca. Hablan y actúan como si ellos tuvieran sus «deberes» perfectamente realizados. Y no es cierto.

El Sr. Urkullu dice que la izquierda abertzale tiene que ofrecer «garantías y hechos» sobre lo decidido en nuestro debate interno. Aralar o EB también se pronuncian en la misma dirección. Dicen desconfiar de nosotros. ¿Pero no es más cierto que la desconfianza es mutua? ¿Y esta desconfianza no tiene su origen fundamentalmente, aunque no sea la única razón, en la incapacidad de dichos partidos para enfrentarse de manera firme y coherente a la política impositiva de los estados español y francés?

La sociedad no sólo exige de nosotros y nosotras un cambio importante de actitud, sino que esa exigencia es general e incumbe a todos los partidos, con incidencia especial en aquellos que se dicen abertzales pero siguen enganchados a Madrid. La nación vasca vive una encrucijada transcendental tanto en el ámbito económico como en el político e identitario. En el diagnóstico de la situación podemos coincidir en lo fundamental, pero está por desbrozar el proceso a seguir y sobre todo la disposición a adoptar compromisos firmes para hacer frente a la estrategia diseñada por ambos estados de asimilar o aniquilar lingüística, cultural y socio-económicamente a nuestro pueblo.

En esta encrucijada histórica, todas las distintas opciones políticas están obligadas a responder a determinadas preguntas básicas y elementales. Y entre otras muchas se me ocurren tres de especial relevancia e íntima interrelación entre ellas:

En primer lugar: ¿Qué hacemos y cómo actuamos para superar la fase del enfrentamiento armado? Desde hace muchos años se nos ha requerido de manera repetitiva una respuesta contundente sobre este tema. Y es evidente que para la izquierda abertzale ha sido una preocupación prioritaria, constante y en muchas circunstancias angustiosa responder de manera eficaz a la misma. Para algunos es tan simple que lo reducen a una palabra: «condenar». Otros no han perseguido otro objetivo que crear una división en el seno de la resistencia vasca. Y para nosotros la preocupación ha sido avanzar por el camino del convencimiento hacia la utilización exclusivamente de vías políticas y democráticas. Y el debate que acabamos de finalizar es un paso de enorme transcendencia en ese sentido. Es una reflexión que va a marcar un antes y un después en nuestra historia.

Por la reflexión, el debate y la autocrítica hemos concluido que el camino para superar la fase del enfrentamiento armado es abrir un proceso democrático que debe desarrollarse sin violencia ni injerencia externa, y que debe posibilitar desarrollar todas las opciones políticas en igualdad de condiciones. Con toda seguridad proceso largo y difícil, pero imprescindible.

El resto de los partidos, sabemos que condenan a ETA, está claro. Pero en este pueblo se viven otras muchas expresiones de violencia y numerosas conculcaciones de derechos. ¿Cuál es la estrategia que proponen para superar esta fase de ilegalizaciones, encarcelamientos por hacer política, la tortura sistemática por parte de las distintas policías o el ensañamiento con los presos, comenzando por aquellos que padecen enfermedades incurables?

La segunda es: ¿Estamos dispuestos a activar un proceso de trabajo en común entre los abertzales? No estoy proponiendo reeditar de manera mimética un nuevo Lizarra-Garazi y mucho menos una candidatura única para las elecciones, pero es evidente que la sociedad nos reclama un esfuerzo para unir las fuerzas en defensa de Euskal Herria en un momento especialmente delicado y crucial para el futuro. Es una exigencia ampliamente sentida y generalizada en nuestra sociedad.

PSOE-PP en Vascongadas y UPN-PSN en Nafarroa nos han enseñado el camino. Españolizar la tierra vasca es «cuestión de Estado», y están actuando en consecuencia. Aunque la supervivencia de Euskal Herria está en juego, ¿habrá partidos vascos que sigan anteponiendo sus intereses partidistas y personales a los del pueblo en general? La conclusión de nuestro debate en ese sentido es rotunda: todo nuestro esfuerzo debe estar encaminado a crear sinergias políticas que posibiliten un cambio radical en la relación de fuerzas. Es decir, en orden a activar a la sociedad vasca estamos dispuestos a colaborar en la convergencia de todos y todas los independentistas, por encima de siglas, en un gran movimiento popular, al mismo tiempo que trabajaremos para que todos los partidos de ámbito vasco lleguen a un acuerdo de mínimos democráticos. Es hora de actuar con valentía y altura de miras.

La tercera pregunta es también de vital importancia: Si los estados no respetan la voluntad libre y pacíficamente expresada por las vascas y vascos, ¿cuál va a ser nuestra actitud, la de seguir sumisos y sometidos o rebelarnos de manera cívica y democrática, pero con voluntad inquebrantable de defender a nuestra ciudadanía?

Todos desearíamos que los estados, tanto el español como el francés, respetaran las decisiones del pueblo y sus instituciones. Pero, claro, la historia desde la conquista del Reino de Navarra, allá por el año 1512, nos enseña que dichos estados apuestan por asimilarnos y someternos, si no es por el engaño, por la fuerza de las armas. Y ante ello no caben medias tintas: te sometes a sus exigencias y te admiten en su club y te permiten compartir los suculentos sueldos de las instituciones, o te rebelas aunque sabes que tu actitud digna y coherente va a ser duramente perseguida y reprimida.

Para abrir y desarrollar un proceso democrático es imprescindible, pues, la activación de la sociedad vasca en general y la implicación activa de los agentes políticos, sociales y sectores populares en particular. Y ello no es posible sin una reflexión en profundidad por parte de los distintos partidos y sindicatos. La determinación de la izquierda abertzale va a ser fundamental, pero no va ser menos crucial la respuesta comprometida de los restantes agentes. En lugar de huir de nuestras responsabilidades, es momento de asumirlas y actuar de manera coherente.

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