Mel Gibson es uno de los grandes cineastas actuales, y su caso se puede comparar con el de Clint Eastwood, otro actor al que se le ha valorado más por su trabajo posterior detrás de la cámara. El australiano no se puede permitir arruinar el prestigio adquirido en la dirección con una mala interpretación, así que para volver a ser protagonista de una película ha sabido esperar y elegir muy bien el vehículo ideal de lucimiento estelar.

Mel Gibson demuestra en «Al límite», para desesperación de sus muchos detractores, que ha crecido como intérprete, al saber de primera mano lo que un director quiere de sus intérpretes. Ha dejado a un lado sus excesos histriónicos para buscar la intensidad dramática a través de la contención. También ayuda el buen diseño de su personaje, escrito por el cotizado William Monahan de «Infiltrados», a partir de la serie de televisión inglesa «Edge of Darkness», creada por el recordado Troy Kennedy Martin hace veinticinco años.

El argumento cinematográfico es muy fiel al original, salvo por el cambio de localizaciones y de época. La trama conspirativa que fue concebida en plena era Thatcher es trasladada de aquella Inglaterra en crisis a la Norteamérica actual sacudida por los escándalos financieros. Una situación lo sobradamente caótica para que el detective de turno se vea perdido en medio de sus investigaciones, las cuales parten del área personal para llegar a las altas esferas políticas.

La calidad de la versión cinematográfica de «Edge of Darkness» viene avalada por un equipo profesional de primera magnitud liderado por el realizador inglés Martin Campbell, que estuvo también al frente de la serie televisiva en sus comienzos. Consagrado con «007: Casino Royale», cuenta de nuevo con su fiel director de fotografía Phil Méheux, asociado al prestigioso montador Stuard Baird. La banda sonora es obra nada menos que de Howard Shore, y todo ello se nota en el clímax final, donde la acción estalla en forma de tiroteos magistralmente coreografiados.