«Me coméis la polla»
Pablo CABEZA | Periodista
Tengo un mando a distancia relativamente nuevo, pero con diversos achaques por la velocidad e insistencia con que se cambia de canal en casa, en especial huyendo de la publicidad y de tanto programa necio. De hecho, lo trinco y no lo suelto hasta que por alguna fuerza mayor tengo que saltar del sofá donde solazo.
Últimamente chequeo con mayor promiscuidad TVE 1, en especial por no contar con publicidad, de tal forma que el pasado lunes di con la gala clasificatoria para ir a Eurovisión. Aquello se llamaba gala y cuando algo que tiene que ver con la música se llama gala, recela. De igual forma, cuando alguien organiza un concurso de música y a los premios los llama trofeos ponte en guardia, que será obra de un funcionario que no sabe qué hacer con su tiempo y presupuesto.
La gala, la de Eurovisión y los diez finalistas elegidos por votación popular y tras la descalificación de esperpentos como Carmele Marchante y otra que no paraba de enseñar las tetas en el vídeo y en directo, nos describió en qué nivel se encuentra cierta tendencia musical surgida al abrigo de Operación Triunfo y de personajes tan vulgares como los populares Bustamante, el albañil cantante, o Bisbal, el empalagoso ricitos de oro, incienso y mierda.
Tras escuchar las primeras propuestas eurovisivas, eran diez, tuve que ponerme ruido de olas grabadas y comenzar mis ejercicios mentales con el ummmmmm tántrico. Por la gala pasó Ainhoa Cantalapiedra, ganadora de OT2, de Galdakao, que sigue sin dar ni con su estilo ni con las canciones más apropiadas. Sucumbió.
En el jurado del estudio se encontraba el veterano José María Iñigo, del barrio de Errekaldeberri en Bilbo, como Kepa Junkera o servidor. José María fue pionero en el botxo liderando programas de buena música y dirigiendo, posteriormente, revistas musicales pioneras y de buen hacer como «Mundo joven». Una gran voz , aún la tiene, y luego las variedades, que dan más pasta.
En la gala ha sido el turno para un tal John Cobra. Se canta un hip hop morrocotudamente malo. Termina, el público le abuchea y el Cobra filosofa en profundidad: «Me coméis la polla», mientras se agarra el paquete como si aquello fuese uno de los cañones de Navarone a la par que insiste una y otra vez en el ra-ta-ta-ta contra el público. El chico debe espabilar como artista, pero fue lo mejor y más divertido de la noche.
De invitados salen Bustamante y Rosa, que está «mu feliz» y que debe seguir sin sacarse el graduado escolar. La gala es un tostonazo que te cagas. Refleja el nefasto nivel musical de Spain y la devoción por lo insulso (sin olvidar «Bi gira», deplorable concurso de ETB1).
Finalmente ganó un tal Daniel, con lo que el país de los toros, la paella, el chiringuito y el sol tiene asegurado el último puesto u otro inferior.