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Fede de los Ríos

Perro no come perro

 

Antes más, en esto que algunos llaman España, las Cortes proponían las leyes y el Generalísimo de todos los ejércitos, Francisco Franco Bahamonde, las sancionaba otorgándoles la validez. Era la democracia orgánica. Hoy el Congreso de los Diputados proponen las leyes y el nieto de Alfonso XIII, designado por caudillo, las valida. Sin su firma serían papel mojado. Es la democracia que nos procuró la Constitución Española de 1978. En la cúspide del ordenamiento jurídico español, tanto ayer como hoy, siempre se sitúa un individuo elegido por Dios que, en cuestión de elección, su criterio siempre será mejor que el de los hombres pecadores.

En breves días, y solamente después de que el Borbón estampe su firma, entrará en vigor la nueva Ley del Aborto, es decir, Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias será responsable último de todos los asesinatos que se produzcan gracias a la nueva ley por él sancionada y que la Santa Madre Iglesia Católica, por boca de sus obispos, denuncia un día sí y otro también. En el holocausto que se avecina (en palabras de los obispos) el actual Borbón en ejercicio no podrá aducir obediencia debida como hicieron muchos nazis acusados por su responsabilidad en el otro holocausto, es su firma la que valida toda ley en España.

El católico rey Balduino de Bélgica en 1990 abdicó durante tres días para no tener que firmar la Ley del Aborto en su país. El bisabuelo de Balduino, Leopoldo II, también católico, fue el responsable del saqueo del Congo y de la muerte de unos diez millones de sus habitantes. Al ser negros y no estar claro si tienen alma o si es como la nuestra, lo acontecido allí no es considerado un holocausto.

Una duda atenazaba mi alma, ¿excomulgarán los prelados al de las Dos Sicilias como dijeron que harían con todo el que favoreciese o votase a favor de la Ley del Aborto? El jueves salí de dudas. A preguntas de una periodista, el secretario general de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, contestó: «la situación del rey es única», pues «no hay ningún otro ciudadano que se encuentra en esta situación y, por tanto, no son posibles los principios generales para una situación única». Ya lo dijo Aristóteles, la aplicación de leyes iguales a individuos desiguales resulta una injusticia.

Por una parte, es evidente que la situación del rey es única, de lo contrario esto sería una república, querido Camino, y vosotros no gozaríais de tantas prerrogativas. Por otra parte, trono y altar forman una simbiosis de larga tradición histórica, quizás porque la esencia de las dos instituciones es divina y ya se sabe que perro no come perro.

Vuelven los obispos otra vez a la carga con el asunto ese que llaman defensa de la vida y están muy crecidos. Nunca un gobierno les había mimado tanto. A Cristo y sus discípulos el estado los perseguía por sus enseñanzas, a éstos el estado les paga por impartir doctrina. Recen en sus iglesias por los vivos, los muertos, los fetos y los zombis si lo desean, pero no manchen la vía pública con sus secreciones de bilis y pus, por favor, que da mucho asco.

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