Da la impresión de que Patxi López sólo asoma la corbata cuando la foto merece la pena. Ni las graves consecuencias de la crisis económica ni los importantes retos políticos a los que se enfrenta este país representan para el lehendakari motivos suficientes para bajar a la arena y plantar cara a la realidad, a no ser que medie una evidente oportunidad de adornar su imagen pública. Su actividad política e institucional parece regida por un desmedido temor al desgaste personal y un alarmante vacío de contenidos que sólo llena en apariencia con su obsesión por combatir al abertzalismo y por desandar el camino que ha recorrido esta sociedad hacia la recuperación de la identidad nacional de Euskal Herria.

Ayer tocaba. López se puso la corbata nueva y compareció ante los medios de comunicación en la presentación oficial del comité de expertos que debe indicar al lehendakari el camino a seguir para que Araba, Bizkaia y Gipuzkoa abandonen la recesión económica. Un comité de 25 «sabios» dominado en casi un 60% por personajes relacionados con la gran empresa -que miran la crisis desde la barrera, con las carteras repletas y el futuro más que resuelto- y en el que solamente participan dos ex sindicalistas -ninguno de ellos perteneciente a la mayoría sindical vasca-. Tres mujeres y veintidós hombres. Toda una declaración de principios e intenciones.

Durante dos horas, López se reunió con buena parte de estos notables. Para la posteridad quedará poco más que la fotografía de este remedo de aquel Sanedrín que entre los judíos tenía el poder máximo en asuntos de estado y religión. López tiene no sólo el derecho, sino la obligación de asesorarse en todas aquellas materias de alta política que superen a su persona y aun a su Gobierno. Es algo que no ha descubierto él. Lo que sí ha hecho es adaptarlo a su particular estilo de gobierno, montando un circo tan innecesario como inútil que sólo persigue multiplicar réditos electorales haciendo brillar la herramienta sin que se sepa siquiera si va a funcionar.