CRíTICA cine
«An education»
Mikel INSAUSTI
Nick Hornby ha sabido hacer un guión muy cinematográfico con las memorias de adolescencia de la periodista Lynn Barber, las cuales pueden servir de ejemplo feminista a las chicas de hoy en día para no dejarse llevar por el involucionismo dominante, tan proclive a la idea de una vida fácil mediante una boda de conveniencia. La protagonista de “An education” fue pionera a principios de los años 60, al renunciar a un emparejamiento ventajoso en lo material pero basado en el engaño y la infidelidad, para a cambio encontrar su propio camino y hacerse con una plaza en la Universidad de Oxford mediante el esfuerzo personal. La joven Carey Mulligan se convierte en la actriz revelación del momento, gracias a su brillante caracterización de la colegiala afrancesada que nos transporta a los tiempos en que leer a Albert Camus y escuchar vinilos de Juliette Gréco era lo más. Las agudas réplicas que da a Alfred Molina, como el padre dispuesto a traicionar sus principios por puro interés, no tienen desperdicio.
Nada reconocible queda en esta realización de la Lone Scherfig lanzada por el movimiento Dogma en su Dinamarca natal, una vez transformada en una aplicada ilustradora del modo de vida inglés de posguerra. La ambientación introduce en la monotonía y austeridad propias de la clase media de las islas el encanto de la bohemia parisina, en forma de puntuales escapadas por parte de la chica, que sueña con el cambio que llegará a su país más tarde. Hay un fino trabajo de recreación de los clubes de la época, en los que el jazz y el swing de las orquestas en boga se mezclaba con la balada rock y el incipiente sonido beat, dentro de una fusión muy bien representada por figuras de la actualmente denominada música lounge, como Mel Tormé o Percy Faith. Otra ventaja es la utilización de las cantantes de ahora que se apuntan a la moda retro, y hay que reconocer que la actuación de Melody Gardot luce bastante bien y no desentona con las canciones originales de Brenda Lee o Billy Fury.