Leonardo Sbaraglia es el Fausto moderno, un ejecutivo bajo presión al que se le aparece un ser diabólico, un Mefistófeles que ha tomado el cuerpo del actor también argentino Miguel Ángel Solá, y que diríase directamente salido de la mala conciencia del protagonista.

Sbaraglia actúa como gerente de una compañía de seguros, dentro de la cual ha ascendido a raíz de la repentina muerte de quien ocupaba hasta entonces dicho cargo. Para tratar de olvidar tal circunstancia, el ejecutivo sale a correr todas las noches, lo que le ayuda a superar el estrés al que está sometido. La actividad deportiva le funciona, salvo por la misteriosa aparición en su vida de un desconocido que se le presenta un mal día en el aeropuerto, de regreso de un negocio que no ha salido como estaba previsto.

A partir de ese instante, el extraño se convierte en su sombra y es tal el acoso sufrido que acaba por sacar lo peor de su interior. Así es como empiezan a salir a la luz las sombras de su pasado, confirmadas por las sospechas de la viuda de su predecesor en el puesto, ya que la mujer le acusa de haber sido el verdadero causante de la muerte de su marido.

La película sigue la novela original del uruguayo Hugo Burel adoptando la forma de un thriller psicológico, como si se tratase a nivel superficial de un caso de acoso, pero manteniendo una ambigüedad respecto a la relación psicológica que el protagonista mantiene con ese otro yo maligno. Añade, además, una segunda lectura concerniente a la actual crisis económica, al retratar un sistema corrupto, en el que se recurren a los pactos más maquiavélicos con tal de acceder al poder y mantenerse en él. Es por ello que está tan cerca de thrillers como «Pactar con el diablo» que de críticas al neoliberalismo como «El método».