Elecciones en Irak
Al-maliki busca ganar; Obama, poder marcharse
Los cálculos más optimistas excluyen la posibilidad de que el primer ministro iraquí, Nuri al-Maliki, consiga la mayoría absoluta en las elecciones del domingo, por lo que, de salir vencedor, tendrá que negociar el poder con otras alianzas. Este escenario de conversaciones entre partidos podría provocar inestabilidad y complicar los planes de Barack Obama, que quiere retirar sus tropas de Irak para mandarlas al escenario que ahora marca sus prioridades: Afganistán.
GARA
Fuentes políticas próximas a Al-Maliki calculan que la coalición que dirige, el Estado de Derecho, obtendrá unos 100 de los 325 diputados en liza, aunque el primer ministro confía en alcanzar los 120 escaños. «El nuevo Gobierno dependerá de la mayoría política, no está excluida ninguna alianza si estamos de acuerdo con un programa político», dijo a Efe el jeque Sayyed Raadi al-Husseini, dirigente del partido Dawa, el grupo político del primer ministro.
En cualquier caso, no se puede hablar de elecciones normalizadas en Irak, cuando la campaña ha estado marcada por atentados cruentos, como el que el miércoles golpeó Baqubah, provocando 33 muertos.
Al-Maliki, hace cinco años una figura política de bajo perfil, llegó al poder en abril de 2006 después de varios meses de negociaciones para buscar un primer ministro y tras descartarse candidatos de mayor peso.
Ahora, sin embargo, el primer ministro ha perdido parte de los apoyos políticos que tenía, incluyendo amplios sectores chiíes que se han dirigido principalmente a la coalición Congreso Nacional Iraquí (INC), dominado por el principal grupo chií, el Consejo Supremo Islámico Iraquí (SIIC).
No hay encuestas fiables en Irak que anticipen cuál podrá ser el voto de hoy, pero, en la calle, los electores consultados se dividen entre la coalición de Al-Maliki, el INC y la alianza Iraqiyah, encabezada por el ex primer ministro Iyad Alawi y el político sunní Saleh al-Mutlaq.
Ninguno de los dirigentes políticos consultados se atreven a vaticinar cómo quedará configurado el próximo Parlamento, pero todos ellos coinciden en que no habrá un claro vencedor.
«No va a haber una mayoría en esta elección. Posiblemente haya tres, cuatro o cinco bloques», dijo a Efe Mizal al-Alusi, máximo líder del partido independiente Umma (Nación), con dos escaños en el Parlamento y opuestos los grandes bloques políticos.
Todo indica que Irak entrará en un escenario de negociaciones políticas parecido al que surgió tras las elecciones parlamentarias de 2005, que se prolongó durante varios meses, hasta que Al-Maliki fue designado primer ministro.
«Estamos intentando construir alianzas mayores que se unan a Estado de Derecho, con un sentimiento patriótico, y que estén dentro de nuestros objetivos y con la misma tendencia», sostiene Al-Husseini, quien evitó precisar cuáles serían las alianzas más probables.
De momento, Al-Maliki ha dado pocas pistas sobre cuáles pueden ser sus futuros socios en caso de que le toque negociar el poder y sólo ha apuntado hacia la Alianza de Kurdistán, que suele prestar su apoyo a quien satisfaga los deseos de autonomía de esa nación.
El partido Dawa, dirigido por Al-Maliki, confía en que pueda repetir los resultados de las últimas elecciones municipales, en enero de 2009, en las que Estado de Derecho ganó en nueve de las catorce provincias en las que se celebró la votación.
Entonces, Al-Maliki enarboló la bandera nacionalista, al calor de la negociación con EEUU para fijar un calendario de la retirada de las tropas, pero el escenario político de ahora ha cambiado y en la campaña electoral están primando otros intereses.
«Al-Maliki ha fallado en muchas cosas: en los servicios básicos, en la política exterior con los países árabes y también en la reconciliación con quienes no son parte del proceso», sostiene Al-Shabandar, candidato de la lista de Al-Maliki.
A ello se une la corrupción, que ha convertido a Irak en uno de los países menos transparentes del mundo, y la gran inseguridad, que ha marcado la campaña electoral, con ataques contra comunidades como las cristianas.
Mientras los iraquíes arriesguen la vida para acudir a las urnas, en Washington se mirará con atención el resultado, ya que la Casa Blanca considera estos comicios como esenciales para fortalecer su estrategia de retirada de tropas para centrarse en el conflicto de Afganistán y Pakistán.
Barack Obama basó buena parte de su campaña electoral presidencial de 2008 en sus promesas de poner fin a la impopular ocupación de Irak, en la que han muerto 4.380 militares estadounidenses hasta la fecha y que ha supuesto un gasto de miles de millones de dólares para las arcas de EEUU.
El año pasado Obama anunció la salida de las tropas de combate para finales de agosto, reduciendo el actual nivel de 96.000 efectivos a 50.000, y la marcha de los últimos soldados para finales de 2011.
En enero, en su discurso sobre el Estado de la Unión, aseguró que «la guerra se acerca a su fin y los soldados vuelven a casa».
Por eso, estas elecciones son un verdadero test para Obama. Si las elecciones se desarrollan sin complicaciones, las tropas abandonarán progresivamente Irak, según el calendario anunciado, pero si se desata una crisis, Obama se vería forzado a modificar su estrategia, lo que además podría afectar a su principal objetivo económico para este año, la creación de empleo.
Con una tasa de desempleo del 9,7% -que en EEUU está considerada como elevada- y una economía que sólo comienza a recuperarse de la recesión, Irak ha dejado de ser una prioridad para Obama, quien se centra en el segundo frente bélico heredado de George Bush, Afganistán, y la política doméstica.
La fase crítica para EEUU será la que comenzará el lunes, cuando los líderes políticos iraquíes de las diferentes coaliciones tendrán que formar Gobierno.
El embajador estadounidense en Bagdad, Christopher Hill, advirtió recientemente de que la formación de un nuevo Gobierno iraquí «puede tomar algún tiempo», lo que provocaría una especie de vacío de poder, aunque destacó que el clima político y de seguridad es diferente al de 2005.
Pese a admitir que la seguridad en Irak «siempre es un motivo de preocupación», Hill se mostró confiado en que las elecciones «serán percibidas como libres y justas, porque de lo contrario sería bastante desalentados para la democracia en ese país».
En cualquier caso, el jefe de las tropas estadounidenses en Irak, el general Ray Odierno, ha elaborado «planes de contingencia» para cualquier eventualidad y poder reducir el ritmo de la retirada si así se decidiera, según admitió la pasada semana el Pentágono.
El secretario de Defensa, Robert Gates, ha matizado que tendría que producirse «un deterioro considerable» de la seguridad en Irak para que se recurriera a un ajuste de los planes de Washington. «Y ciertamente, no estamos viendo esa situación hasta ahora», destacó, queriendo zanjar la cuestión. «La verdadera prueba no será la reacción de los ganadores, sino cómo los perdedores acepten los resultados. La calidad de una democracia queda determinada por los perdedores», sentenció Hill.
La salida de EEUU culminará sin haber cumplido una de las misiones más importantes de su presencia, terminar con la inseguridad, una tarea que quedará en manos de cerca de un millón de soldados y policías iraquíes.
Una serie de atentados sembró ayer el pánico en Bagdad, con doce muertos y medio centenar de heridos, durante la votación de policías, soldados y pacientes de hospitales en un anticipo de las elecciones parlamentarias del domingo.
Ha sido el estallido de violencia más grave que vive la capital iraquí en las fechas previas de los comicios, a pesar de los numerosos controles de seguridad y detectores de bombas que se encuentran en todos los puntos de la ciudad.
Las tres explosiones en distintos puntos de Bagdad, cerca del mediodía, estaban dirigidas contra los agentes y soldados que esperaban para votar o se dirigían a emitir su sufragio, según dijeron a Efe fuentes del Ministerio del Interior.
Ayer votaban en 450 centros electorales especiales cerca de 850.000 personas, la mayoría agentes y soldados. Algunas urnas fueron llevadas a los hospitales para que pudieran votar los pacientes.
El atentado más grave, el primero de la serie, se registró cerca de un colegio electoral en el barrio de Al-Huriyah, en el noroeste de Bagdad, donde esperaban para emitir su sufragio militares y policías. Sin embargo, las fuentes del Ministerio del Interior destacaron que la mayoría de las víctimas eran civiles.