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«Catalunya es hoy más que nunca una nación en construcción»

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Ferran Espada
Director adjunto de «El Punt»

Director adjunto de «El Punt» y director de la edición barcelonesa de este diario en catalán, Ferran Espada es un gran conocedor tanto de la situación de su país como de otras realidades de naciones sin estado. A lo largo de esta entrevista nos acerca al complejo y atrayente momento que atraviesa la sociedad catalana en estos últimos tiempos y a los retos que seguramente afrontará en los próximos meses.

Txente REKONDO

Ferran Espada es impulsor de la Conferencia Mediterránea de Naciones sin Estado y miembro de la comisión de seguimiento sobre el juicio a los responsables del diario «Egunkaria», entre otras iniciativas. También colabora habitualmente en distintos medios de comunicación, como Catalunya Ràdio, RAC-1, Onda Rambla-Punto Radio y COM Radio, entre otros

En los últimos meses se percibe que se ha producido una cierta traslación del centro político del país...

Es un fenómeno que se viene produciendo en la última década. Ha habido un desplazamiento de la centralidad política en la sociedad catalana hacia posiciones soberanistas. El crecimiento electoral de Esquerra en 2003, el debate interno en el PSC sobre el hecho de situar Catalunya y el gobierno de la Generalitat en la cúspide del interés estratégico del partido, o que CiU haya incorporado a sus posiciones estratégicas el concepto del derecho a decidir son síntomas claros. Todo ello, junto a potentes expresiones populares de gran calado como las consultas, muestra claramente este corrimiento de tierras en el mapa político a favor del soberanismo. El independentismo sociológico ha crecido exponencialmente y la idea de la independencia como opción posible se ha instalado de forma contundente en la sociedad catalana. Pocos analistas políticos niegan hoy esta evidencia. La discrepancia es únicamente si el fenómeno se extenderá paulatinamente como una mancha de aceite hasta impregnar la inmensa mayoría de la sociedad catalana o como un tsunami independentista. Más bien creo que estamos en la primera opción.

¿Cómo definiría la actual realidad política del Principat?

Estamos inmersos en un proceso muy complejo de recomposición de los esquemas políticos tradicionales que tiene que cristalizar en una opción de país determinada. En la política institucional, 23 años de gobiernos de CiU con Jordi Pujol han marcado el país y el gobierno tripartito no se ha conformado como una alternativa estable. Las próximas elecciones, en noviembre, serán decisivas en la conformación de mayorías y en la composición de determinadas fórmulas de gobierno que se puedan consolidar en un futuro. Se detecta un cierto cansancio en la ciudadanía catalana por un exceso de ruido político. En el terreno de las relaciones políticas Catalunya-España existe un claro colapso en que una mayoría social reacciona en contra de una ofensiva permanente anticatalana que no acepta el hecho diferencial en un estado plurinacional. El debate ya no es entre catalanidad o españolidad sino entre democracia o intolerancia. Se detecta en amplias capas sociales no independentistas el rechazo a la pertenencia a España si es de forma obligada e intolerante como se percibe en estos momentos.

De qué manera se puede enmarcar la dinámica de las consultas en esta coyuntura?

Las consultas responden claramente a la situación descrita. Surgen desde el ámbito más puramente popular al margen de los partidos. Es democracia en esencia pura. Democracia participativa organizada por la propia sociedad civil. La extenuación de la ciudadanía por el exceso de tacticismo de los partidos ha hecho que las consultas surjan al margen de ellos. Y que aunque algunos se hayan sumado a la iniciativa estén siempre en un plano colateral. Son también una muestra evidente de la normalización del ideario independentista entre amplias capas sociales y del considerable auge que está adquiriendo sociológicamente aunque electoralmente esta gran masa crítica quede diluida, repartida entre diversas fuerzas políticas, fruto de la gran transversalidad que tiene el catalanismo político.

Mucha gente, tanto dentro como fuera de Catalunya está pendiente de la sentencia sobre el estatut...

La sentencia va a marcar de una forma contundente la política catalana y la española. Pero más que expectación hay ya un hartazgo por el deterioro que ha provocado en la situación política. El largo retraso en la redacción de la sentencia, la pugna impresentable en el tribunal con recusaciones, miembros difuntos que no han sido reemplazados y otros a los cuales se les ha finalizado el mandato y se mantienen en el cargo desde hace años han invalidado ya de antemano la credibilidad de la sentencia. Difícilmente podrá ser aceptada sea la que sea la resolución definitiva, lo que generará una fuerte tensión de consecuencias imprevisibles.

¿Se puede decir por tanto que nos encontraríamos ante una realidad post-sentencia?

Habrá un antes y un después de la sentencia en la política catalana y en la relación de Catalunya con el estado español y por tanto en el proceso hacia la independencia. Sea cual sea. Es cierto que una resolución que se centre en eliminar aspectos competenciales puede ser más fácilmente puenteable mediante un acuerdo entre gobierno catalán y español que otorgue esas competencias recortadas utilizando mecanismos no estatutarios como el 150.2 de la Constitución. Y que una sentencia interpretativa o que recorte aspectos fundamentales como los deberes lingüísticos o el reconocimiento nacional puede acarrear consecuencias mucho más graves. Pero el fondo de la cuestión es el mismo: El gran choque de legitimidad que supone que un tribunal recorte la voluntad expresada en sufragio por el pueblo de Catalunya. Esta situación inédita es la que provoca un rechazo mayoritario en Catalunya a la sentencia, sea cual sea.

La unidad de buena parte de la sociedad catalana estos meses, ¿es un factor clave para entender el devenir futuro del país?

El exceso de tacticismo ha provocado cansancio. Pero a la vez ha hecho que la unidad sea considerada un valor emergente muy potente. Se demostró con la aprobación del Estatut en el Parlament de Catalunya el 30 de septiembre de 2005. O con el editorial conjunto que publicó toda la prensa catalana. Las consultas sobre la independencia también son una muestra de unidad en este caso desde el ámbito social del soberanismo. Gente de Esquerra, de la CUP, de CiU y de otros partidos y organizaciones trabajan juntos con un objetivo común. La reacción habitual de intolerancia que ejercen algunas instancias del Estado, como en el caso de Arenys de Munt, refuerza aún más la cohesión. La gran transversalidad del catalanismo es clave para los pasos que sin duda está dando el país y continuará dando hacia la emancipación nacional.

¿Qué papel otorga al derecho de decisión en esta dinámica?

Se ha convertido en un eje esencial en la política catalana. Marca la actuación tanto de los partidos independentistas como de los que no lo son. Pero además aparece con fuerza el concepto de decisión democrática, que es mucho más potente que el clásico concepto del derecho de autodeterminación. La decisión democrática no es un concepto de reivindicación pasiva. La ciudadanía ejerce el derecho a decidir y si se realiza en parámetros de fiabilidad democrática contrastable, la decisión que se toma como nación pone en un grave aprieto político al Estado. En esta línea van las actuales consultas. Pero sobre todo hay que ver este concepto en el choque de legitimidad entre el Estatut y el Tribunal Constitucional. El problema no es el recorte del Estatut. De hecho una parte importante de los sectores contrarios a la futura sentencia son independentistas y rechazaron en su día el actual texto estatutario. El problema de fondo es que Catalunya decidió ese texto en referéndum. Tomó una decisión democrática que se ve en la sociedad catalana como irrevocable. Que se ningunee esa decisión pondrá en jaque al Estado español, con poco margen de respuesta teniendo en cuenta el actual marco internacional en que nos movemos, y abrirá la puerta a decisiones democráticas de más calado.

Sin embargo, muchos actores políticos en Catalunya tienen la vista puesta en las próximas elecciones autonómicas, y algunos también los asocian a las municipales del 2011...

Es cierto que la perspectiva electoral está presente en el escenario político de forma contundente. Y que hay muchas incógnitas por resolver. Como cual será la composición de la nueva mayoría y la irrupción de nuevas propuestas que pueden disgregar el mapa político catalán en general y el independentismo en particular. Falta por ver el resultado de la escisión de Esquerra (Reagrupament), si el actual presidente del Barça Joan Laporta abre otro frente independentista o en el caso de las municipales si las CUP consolidan el crecimiento experimentado en los últimos comicios locales. Pero creo que en el fenómeno creciente del independentismo sociológico y de la desconexión entre Catalunya y España, las elecciones tendrán un efecto puramente coyuntural. Porque la clave no reside aquí sino en España. El anticatalanismo se ha consolidado ya como uno de los ejes básicos de la política española, impulsado por el PP, que ha ganado la batalla ideológica. La izquierda española no ha sabido, no ha querido o no ha podido construir un discurso de oposición a ese anticatalanismo y eso ha generado el desengaño de un grueso importante de ciudadanos catalanes que apostaban por la solución federal y que poco a poco están haciendo una traslación mental hacia el independentismo -aunque de momento no opten por formaciones independentistas- por la clara visualización de la inviabilidad del proyecto federalista.

Estatut, consultas, editorial conjunta de los medios catalanes.. no gustan nada en en el estado español.

No gustan porque ponen en evidencia los límites que marca la sociedad catalana en la laminación de su reconocimiento como colectividad nacional. Genera nerviosismo porque el Estado español sabe de la fuerza que tienen la unidad catalana. Lo que aquí se conoce en términos históricos como Solidaritad Catalana. Las encuestas indican que siete de cada diez catalanes no acepta ningún recorte ni retoque del Estatut. Pero si la pregunta se hace en España la respuesta es justo a la inversa, y siete de cada diez españoles piensa que hay que recortar el Estatut. Hay una latente y evidente confrontación. Por lo general, el tacticismo se ha impuesto en la política catalana. Pero la transversalidad del catalanismo genera unos mínimos denominadores comunes de gran amplitud social. Traspasar estos límites supone para el Estado la generación de un conflicto con una inmensa mayoría social de Catalunya de consecuencias imprevisibles. Y eso genera nerviosismo.

Parece que esta vez la sociedad catalana se puede encaminar hacia un nuevo marco...

Sin ninguna duda. Es aventurado fijar los tempos del proceso pero Catalunya es hoy en día más que nunca una nación en construcción. Porque la idea de construcción nacional esta en la agenda social y política. Catalunya ha pasado en 10 años de seis millones de habitantes a cerca de 7,5 millones y se ha generalizado y normalizado el debate sobre la independencia. La construcción nacional de Catalunya -el proceso en estos momentos está absolutamente centrado en el Principat y el resto de los Països Catalans quedan lejos de estos parámetros- es una opción ideológica que garantiza cohesión social. Catalunya es una nación que se constituye como tal en el siglo XXI de forma multiétnica y muticultural. Siguiendo parámetros que podemos observar en la construcción nacional de los Estados Unidos, Catalunya será una nación donde la catalanidad será el eje central desde el cual surgirán identidades muy diversas. Catalunya se está constituyendo como una nación en que no se le pide a nadie que renuncie a su identidad de origen. Todo el mundo tiene que poder ser catalán más lo que quiera ser. Catalán a secas, catalán y español, catalán y árabe, catalán y asiático. La catalanidad es el cemento que une las piezas de la nueva nación catalana en el que los aspectos identitarios de la catalanidad -lengua, historia, cultura...- tienen una importancia fundamental pero no suponen un único vector. Se han impuesto otros vectores como el económico con el convencimiento que con la independencia las clases populares podrían vivir mejor. O el de integración, por la vía de un independentismo no excluyente. De todo ello solo puede salir un nuevo marco político ya que es palpable que el marco estatutario ha quedado muy dañado como consecuencia del proceso del Estatut.

 

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«El debate ya no es entre catalanidad o españolidad sino entre democracia o intolerancia. Se detecta en amplias capas sociales no independentistas el rechazo a la pertenencia a España si es de forma obligada e intolerante, como se percibe hoy»

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«Las consultas son una muestra evidente de la normalización del ideario independentista y del considerable auge que está adquiriendo sociológicamente, aunque electoralmente esa gran masa quede diluida»

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«Sea cual sea la sentencia, el fondo de la cuestión es el choque de legitimidad que supone que un tribunal recorte la voluntad expresada en sufragio por el pueblo de Catalunya»

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«Siguiendo parámetros que podemos observar en la construcción nacional de EEUU, Catalunya será una nación donde la catalanidad será el eje central desde el cual surgirán identidades muy diversas»

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