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Francisco Larrauri Psicólogo

El torturador y el Himalaya

 

Ya sabemos que Euskal Herria tiene una gran tradición montañera y frente a las proezas de Oiarzabal, Pasaban, Iñurrategi, otros alpinistas vascos han fallecido en algún ochomil del Himalaya. El respeto y cariño que se tiene para quienes se quedan para siempre en la montaña con su compromiso lo han demostrado los vascos erigiendo en 1955 en el Besaide, humilde cima que se encuentra situada en el punto de unión de tres territorios de Hegoalde: Bizkaia, Araba y Gipuzkoa, el memorial de piedra a los montañeros muertos, después que cinco alpinistas vascos murieran en el Mont Blanc y, como homenaje a todos los montañeros que no regresan de estas míticas montañas, se levantó en 1990 en el mismo lugar la escultura «Fuente de Vida» de Yoshin Ogata.

Los que han hollado las míticas cimas de los catorce ochomiles saben perfectamente que estas proezas se basan en la experiencia personal, en el conocimiento de los éxitos y también de los desengaños y fracasos anteriores, y acostumbran a referirse a estos últimos con emoción, cuando relatan la proeza de subir la ikurriña a lo más alto; no en vano se dice que la montaña es un libro que se ha de saber leer, y para comprenderlo hay que saber leer las rutas que han conducido a la cima y también las frustraciones que han ocurrido en ellas.

Esta breve introducción de alpinismo viene a colación por las denuncias de torturas que han presentado 34 jóvenes de Euskal Herria contra los funcionarios de la Policía española a causa del periodo de incomunicación a que han sido sometidos por mandato del juez Marlaska. Además de todos los abusos sexuales perpetrados, según las denuncias, contra las víctimas femeninas en particular, ¡algún defensor o defensora de género tendría que hacer o decir algo al respecto! Esta vena sádica del torturador del que hoy me ocupo nunca habría emergido sin la lectura, sin ningún género de duda alguna, de una buena historia del alpinismo vasco. Sin duda, el monstruo quería aumentar así su autoestima.

La previsión de un protocolo se ve a menudo superada por la realidad de un siniestro intento de obtener información forzada a cualquier precio, a veces sin la seguridad de si el detenido o detenida es depositaria de ella, porque sencillamente no existe sobre el asunto concreto una previa investigación. Para cumplir con el jefe, se enciende entonces el fuego del infierno con innumerables golpes en la cabeza, se despedazan las articulaciones con posturas forzadas y todas las amenazas posibles, hasta... ofrecer la repatriación a Euskadi del cuerpo del aita montañero fallecido en la escalada de un ochomil. A quien ha sobrevivido a la zona de la muerte, la tortura lo es, se le aparece el torturador de la peor especie con plena libertad. Irracionalidad del escuadrón de la muerte, irracionalidad escatológica que desencadena el conflicto político y que no distingue política de actividad social. ¡Rediós, qué imbéciles son! Fuego del infierno frente a la montaña de la luz.

La tortura debe inspirar en el futuro un debate serio en el seno de todos los sectores de la sociedad, porque nadie queda al margen de policías <<normales>> que pueden convertirse en monstruos. Las leyes democráticas no reprimen en Euskal Herria que el sexo y un cuerpo desangelado masculino o femenino sean puestos vilmente al servicio de la tortura. Estas detenciones y las torturas están activando muchas mentes dormidas que tal vez pensaban «a mí esto no me puede pasar». Ahora que la tortura sobrepasa la violencia doméstica y se convierte en violencia de género y sexual, recuerden la violación vaginal con pistola, o anal con un palo, imposible de inventar ni de fantasear, termina volviéndose más siniestra al implicar en el cambalache a los familiares fallecidos. No les basta con utilizar a los familiares vivos como objeto de amenaza de detención y palizas, ahora echan mano del compromiso más elemental como es la muerte accidental durante la escalada de un ochomil. Como la montaña es un vínculo muy especial de solidaridad, todos los montañeros vascos, y especialmente los compañeros de cordada, volverán a estar tremendamente tristes por esta violación de los recuerdos que ha satisfecho al <<monstruo>>.

La comunidad jurídica internacional le ha exigido repetidamente al Gobierno de Zapatero un cumplimiento estricto de los derechos humanos y de la abolición de la tortura como sistema, porque la violencia de la tortura no es cuantificable, lo que sí es cuantificable es la desproporción entre las pruebas halladas y las culpabilidades juzgadas. No se puede enterrar ni desenterrar todo por la fuerza, porque la memoria social es universal.

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