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Koldo CAMPOS Escritor

Era un hombre normal

 

Era un hombre normal, dicen quienes fueron sus vecinos. Nunca dio motivos de queja y cuentan que hasta, de vez en cuando, se asomaba por la iglesia y se le vio, incluso, rezar y santiguarse. Es fama que en el autobús cedía el asiento a las ancianas y que jamás olvidó felicitar a su madre un cumpleaños, de tan normal que era. También fue un buen estudiante, aseguran en el barrio, mientras asistió a la escuela, tal vez nada del otro mundo pero sí un estudiante normal. Sus amigos lo consideraban un buen muchacho, tranquilo y deportista, de buen humor, amigo de sus amigos, siempre dispuesto a echar una mano a quien lo necesitara, un amigo normal. Y como trabajador cumplía con sus obligaciones, era apreciado por sus compañeros de labores y hacía bien su trabajo. Era un trabajador normal.

De hecho, era un hombre normal que, como tantos otros, auque no lo confesara, siempre había creído que las mujeres son seres inferiores, subordinados, desprovistos de cualquier razón y derecho. Era un hombre normal que en cualquier sonrisa de mujer advertía una inequívoca señal de interés personal, que en cualquier cortesía de mujer suponía una desesperada invitación a la cama, que en cualquier gesto amable de mujer daba por hecho una irrefrenable incitación al sexo.

Era un hombre normal y, cuando encontraron el cuerpo de la mujer desaparecida, quienes pasaron por el amargo trance de observar el cadáver de aquella joven violada y asesinada, no podían imaginar la razón de ser de tanta normal saña, de tanta normal brutalidad en aquel hombre tan normal.

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