
Las uvas de la ira vuelven a estar maduras en el este de Sud�n
Guillaume LAVALLEE |
La c�lera crece en el este de Sud�n, regi�n pobre olvidada por el man� humanitario que acude en tropel a Darfur o Sud�n del Sur, donde la econom�a va mal y la antigua rebeli�n se considera traicionada por la aplicaci�n parcial de un acuerdo de paz.
�La econom�a no va muy bien, mi comercio va mal�, se queja Ahmed Abdel Baqi, joven comerciante con los pelos encrespados y unos andares tomados de B0b Marley y que tiene un puesto en las callejas del zoco de Kassala, en la frontera con Eritrea.
En el mercado de esta ciudad al pie de las monta�as Taka, una majestuosa cresta de roca colocada en las llanuras golpeadas por el sol, los hombres pasan el d�a sorbiendo el jabana, un caf� especiado, a la espera de una chapucilla.
El este de Sud�n, tan grande como Italia, est� poblado por cuatro millones de habitantes repartidos en las provincias de Gedaref, Kassala y el Mar Rojo. La regi�n protagoniz� durante mucho tiempo una rebeli�n contra el Gobierno de Jartum, pero no obtuvo tanto eco medi�tico como la del sur o la de Darfur.
El Congreso Beja, creado en la d�cada de 1950 tomando el nombre de la etnia m�s importante del este, y los Leones Libres de la tribu Rashayda, �rabes originarios de la pen�nsula Ar�biga llegados a partir del siglo XIX, tomaron las armas contra el Gobierno en 1994.
Reclamaban una parte de las riquezas para esta regi�n pobre y subdesarrollada, las mismas reivindicaciones que sus compatriotas del sur y de Darfur.
Un acuerdo de paz garantiz� en 2006 al Frente del Este -que reuni� a los rebeldes de la regi�n desde 2005- puestos en el Gobierno central, el acceso de la poblaci�n a la Administraci�n y un fondo de desarrollo de 600 millones de d�lares [435 millones de euros]. Pero poco se ha cumplido y la poblaci�n masca su amargura esperando a las elecciones de abril.