Todo, o nada, es interactivo. O simples asociaciones inconscientes o de automatismos conductistas. Las cadenas de noticias veinticuatro horas han optado por rellenar parte de las mismas retransmitiendo ruedas de prensa infumables, congresos o actos folclóricos de los partidos políticos. La otra noche en CNN+ estaban dando difusión al congreso extraordinario del PSOE en Andalucía y en un tramo estaban haciendo una especie de debate moderado por María Antonia Iglesias, pimpante, arrobada por su Felipe a la izquierda y Cándido Méndez a su derecha. Las gradas del salón llenas de congresistas y periodistas. Quien conmigo ve a veces la tele me preguntó refiriéndose a Felipe González, «¿el señor X vuelve a la política?». No supe contestar pero pensé, ¿se ha ido alguna vez? ¿No es Pérez Rubalcaba el señor Y o el señor Z?

Se disparó la interactividad automática y en los alrededores de todas las cadenas se emitían imágenes de los inculpados en el caso de Marta del Castillo, cuestión que levanta en mi toda suerte de narraciones fantasiosas, recelos y sospechas. ¿Qué tiene este caso, su familia, el entorno, la víctima, los acusados, la policía sevillana y su instrumentación como para que se destinen tantos recursos económicos y humanos para intentar hallar su cadáver? Comprendo a su familia, aunque no comparto sus argumentaciones. Pero ¿qué interés informativo tiene esta morbosidad excavatoria?

Y siguiendo por el abecedario, las interactividades básicas, llegamos al caso de Jon Anza, y todo empieza a cuadrar. Es como si el destino estuviera escrito en los cuartelillos. Hay que tener muchas ganas de cobrar de los fondos reservados para justificar un párrafo de la barbaridad jurídica, forense, policial, comunicativa y hasta televisiva que intentan defender no ya los señores de todo el abecedario, sino los periodistas del pesebre, las cañerías y las cloacas. ¿Es que no ven las series de policías, hospitales y mentalistas? No tiene por donde cogerse esta versión. Lo peor es que la van a convertir en oficial para que los autores materiales de lo que sea se sientan respaldados y sigan con sus fechorías como criminales interactivos.