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«En las sociedades capitalistas el derecho al trabajo es una falacia»

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José Antonio Pérez
Periodista y escritor

El autor de libros como «Itoiz: de la desobediencia civil al ecosabotaje» o «Diccionario del Paro y otras miserias de la Globalización», publicó a finales del 2009 «69 razones para no trabajar demasiado». Afirma que la propuesta de trabajar menos es cualquier cosa menos frívola.

Amaia ZURUTUZA |

El escritor madrileño Jose Antonio Pérez afirma en su libro que la contrapartida que se le ofrece hoy a la clase trabajadora asalariada a cambio del esfuerzo laboral que realiza es precariedad para hoy y para el futuro. En su obra «69 razones para no trabajar demasiado» recopila lo que filósofos y pensadores han dicho sobre lo que Paul Lafargue denominó «el vicio del trabajo». Afirma que si leyésemos a estos maestros y actuásemos en consecuencia, posiblemente el capitalismo caería sin necesidad de revoluciones.

Contribuir a elaborar un discurso alternativo a los viejos mitos de la centralidad del trabajo. Hablo del trabajo asalariado, el realizado por cuenta, disciplina y beneficio ajenos. En el pacto del Estado de Bienestar, el trabajo fue la contrapartida que la clase asalariada aportó al sistema a cambio de condiciones laborales aceptables, pensiones de jubilación y servicios esenciales como sanidad y educación. Pero el mundo de los negocios ha roto descaradamente el pacto, y nos ofrece hoy un horizonte sin seguridad en el empleo, ni pensiones futuras, ni servicios públicos de salud. No hay más que ver la propuesta de trabajo sin derecho a prestación por desempleo ni cotización a la Seguridad Social que acaba de presentar la patronal CEOE.

¿A qué se refiere cuando habla de no trabajar demasiado?

Jamás se me ocurriría pedirle a un Mozart o a un Neruda que atenuáse la intensidad de su obra creadora. Pero el empleado por cuenta ajena trabaja excesivas horas con el fin de producir beneficio al empleador, lo que Marx llamó plusvalor. ¿Dónde han ido a parar los beneficios de la productividad y las modernas tecnologías? Es hora de plantar cara a tanta sinvergonzonería reduciendo ese esfuerzo del cual se aprovechan no sólo el patrón directo, sino banqueros y especuladores de toda calaña y condición.

Afirma que la propuesta de trabajar menos tiene una vieja tradición filosófica.

Es preciso leer a maestros del pensamiento como Sócrates, Epicuro, Séneca, Tomás Moro, Henry D. Thoreau o Bertrand Russell, entre otros filósofos y pensadores de diversas épocas para entender lo que el impagable Paul Lafargue denominó «el vicio del trabajo». Aparte del desprecio de los griegos hacia el trabajo manual, la mayoría de los autores de la Antigüedad y del Humanismo se decantan por la moderación del esfuerzo. Séneca pregunta en De vita brevis `¿No te avergüenzas de reservarte para las sobras de la vida, destinando a la virtud sólo aquel tiempo que para ninguna cosa es de provecho? Mientras tú estás ocupado huye aprisa la vida, llegando la muerte, para la cual, quieras o no quieras, es forzoso desocuparte'. Una reflexión actualizada por John Lennon es esa canción dedicada a su hijo: «La vida es lo que va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes».

¿Cómo podría un empleado por cuenta ajena reducir su trabajo?

Sin organización, está perdido. Hasta 1853, la jornada en las empresas de Estados Unidos era de 11 a 14 horas. En 1870 se creó la sección estadounidense de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que reivindicaba lo que se llamó las Tres Gracias (ocho horas de trabajo, ocho de ocio y cultura, ocho de descanso). Ese fue el origen del llamamiento a la huelga general del 1 de Mayo de 1886. En respuesta a la misma, fueron ahorcados cinco sindicalistas. Uno de ellos, August Spies, mientras le cubrían la cabeza con la capucha, dijo: `Llegará un tiempo en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que ustedes estrangulan hoy'. El capitalismo está hoy crecido porque los trabajadores, es decir, la mayor parte de la ciudadanía, ha escuchado los cantos de sirena neoliberales que les prometían enriquecerse con «un capitalismo popular» y lo que se ha obtenido es inseguridad social. Frente a la globalización neoliberal hay que dejarse de tonterías, y antes de que nos estrangulen a todos, recuperar el mensaje de Spies uniendo fuerzas en un movimiento internacional de resistencia.

¿Qué diría que es lo que a día de hoy se le ofrece a la clase obrera a cambio de su esfuerzo laboral?

Precariedad para hoy, a base de bajos salarios y pésimas condiciones laborales, y precariedad para el futuro, al poner en cuestión los sistemas públicos de salud y pensiones. Ésa es la espuria Tierra Prometida hacia la que nos invitan a caminar los profetas neoliberales. En el colmo de la desfachatez, no hace mucho que intentaron colar de rondón en el Parlamento Europeo la ampliación de la jornada de trabajo a 65 horas semanales! Una propuesta que ultraja la memoria de dos siglos de luchas y sacrificios de los trabajadores para conseguir, entre otras conquistas sociales la jornada de 40 horas a la semana.

¿Qué opina del viejo principio «quien no trabaja no come»?

Eso lo dijo Pablo de Tarso en una de sus cartas a los Tesalonicenses, una de las primeras comunidades cristianas que debía vivir de una forma bastante anarquista, tomándose al pie de la letra lo que dice el Evangelio: `Mirad las avecillas y los lirios del campo, no trabajan y sin embargo nuestro Padre vela por ellos'. Ese principio tiene validez moral sólo en formas de vida comunitaria, donde, si uno deja de trabajar, perjudica al resto. La regla paulina figuraba en la Constitución de la Unión Soviética, aunque, eso sí, vinculada a la garantía del Estado de procurar un puesto de trabajo a cada persona. Pero en las sociedades capitalistas, el derecho al trabajo es una falacia. No hay oportunidades para todos en ese «artefacto del empleo» manejado por los dueños de los medios de producción.

plantar cara

«Es hora de plantar cara a tanta sinvergonzonería reduciendo el esfuerzo laboral del cual se aprovechan no sólo el patrón directo, sino banqueros y especuladores de toda calaña»

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