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Angela Merkel incendia la eurozona

Josu JUARISTI

Dicen los franceses que Alemania se ha aislado en una posición de ortodoxia presupuestaria en la Unión Europea. Dicen los alemanes que ya se han cansado de ver cómo muchos de sus socios europeos (los famosos PIIGS: Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, por sus siglas en inglés) han vivido muy por encima de sus posibilidades a costa, en buena medida, de las contribuciones alemanas a la caja común europea. Y Angela Merkel ha dado un puñetazo encima de la mesa. Lo hizo ayer ante el Bundestag, al oficializar con premeditada rotundidad lo ya dicho por su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble: «Cuando un socio incumple de forma prolongada las condiciones de pertenencia a la moneda única, debe poder ser excluido de la eurozona». Previa reforma del Tratado de Lisboa, algo que temen en Bruselas. La obsesión por la ortodoxia presupuestaria irrita a muchos de los socios comunitarios, pero todos ellos saben perfectamente que si Alemania accedió a crear el euro y abandonar su poderoso marco fue bajo unas condiciones determinadas y muy estrictas. Ahora, el estallido de la crisis ha destapado las miserias de muchos -incluso, en algunos aspectos, de la propia Alemania, cuya estrategia presupuestaria acaba de ser criticada por la Comisión- y las condiciones del Pacto de Estabilidad son papel mojado. Grecia es el paradigma de la crisis, pero los socios no estarían hablando hoy de un futuro Fondo Monetario Europeo, de planes de rescate (ayudas eventuales, lo llaman) y de un gobierno económico en el seno de la UE si sólo se tratase de Grecia. Tantos socios con tantos problemas y unos criterios de convergencia masivamente incumplidos han situado a la zona euro ante la mayor crisis desde su creación el 1 de enero de 1999. Nunca los desequilibrios habían sido tan obvios.

Lo que el Gobierno de Angela Merkel pone ahora sobre la mesa ya venía siendo anunciado en varios informes que circulan por la Unión desde hace meses. Pero el hecho de que sea Merkel quien apoye la posibilidad de expulsar como último recurso a un socio de la eurozona (llegó a advertir de que, en caso contrario, «la cooperación es imposible») habrá hecho temblar a más de un estado miembro acusado de haber dilapidado dinero comunitario durante años. Y es que Berlín, el mayor contribuyente de la UE, está advirtiendo también a sus socios de que no soltará más dinero si considera que quien lo pide o necesita no hace primero sus deberes.

Y la canciller federal lo dice guardándose un as bajo la manga, el que supone saber que el próximo presidente del Banco Central Europeo será tu mano derecha en estos asuntos, Axel Weber, que relevará -salvo sorpresa mayúscula- a Jean-Claude Trichet el próximo año. Un Jean-Claude Trichet que no soporta a Weber y que ayer explotó ante el discurso de Angela Merkel. El alto funcionario de la Administración francesa declaró que una eventual salida de la zona euro de los países que no cumplan con sus obligaciones es una «hipótesis absurda» y, aunque recientemente él mismo declaró que no comentaba «hipótesis absurdas», ayer habló y no paró. Trichet calificó las medidas griegas para reducir su déficit público como «convincentes y valientes», pero Alemania no termina de creérselo y aguantará hasta el último minuto antes de comprometer dinero para Atenas o, llegado el caso, para cualquier otro estado miembro de la Unión Europea.

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