Unas jaulas se abren y salen reconocidos servidores del provecho propio y otras se cierran porque los pajaritos exóticos resultan ser roncos jilgueros desplumados. Ver por una cadena institucional a Luis Roldán mostrándose víctima, reactiva todas las reservas de carburante cínico. Le hacen sitio en Telemadrid para aprovechar la libertad total del personaje que inaugura la corrupción en calzoncillos, un estilo de gobierno. Ha pasado en el talego quince años. Probablemente en unas condiciones de encierro bastante especiales, y aseguran que hay unos cuantos millones de euros distribuidos por cuentas cifradas en campos bancarios opacos. Lo ideal para el PP. Sale con ganas de revancha, habla de los que «se han ido de rositas», sigue señalando con el dedo a su cómplice Francisco Paesa, y se supone que el ex bi-ministro Belloch, no estará muy tranquilo. O sí.

Le han abierta la jaula de la prisión atenuada, pero en Antena 3 acaban de retirar «La jaula», un programa que nació muerto. Es como tener en una jaula zapatillas viejas. Eran unos personajes televisivamente amortizados, colocados en una agitación inservible, una muestra de que los programadores se equivocan con una reiterada constancia que nos hace sospechar de las connivencias con productoras. No puede ser que todos los que miramos desde hace un rato la tele sepamos lo que ya no funciona menos ellos, que cobran, precisamente, para dotar de contenidos competitivos a sus entes. Siempre hay margen de error, a veces se crean productos televisivos que parecen infalibles y fracasan, pero del que estamos hablando, como esa otra cosa que incomprensiblemente mantiene ETB-2 sobre deporte los lunes, está claro y meridiano: son malos de solemnidad.

Pero las jaulas, abiertas o cerradas, con adultos, jóvenes, mujeres u hombres, forman parte de la actual oferta. Algunos las llaman ratoneras, pero es cierto que los encierros voluntarios, los realitys, se han instalado como género a perpetuidad. Yo me imagino que el próximo sería uno con corruptos y corruptas de todos los partidos políticos. Sería muy agresivo, con sexo y peleas constantes. El señor Berlusconi sería el director ideal.