Trato cruel y desprecio». Eso es lo que han recibido los familiares de Jon Anza durante los meses en que éste estuvo en paradero desconocido y especialmente a partir de su aparición en una morgue de Toulouse. Ayer comparecieron en rueda de prensa con sus abogados y reiteraron que no creen la versión expuesta por la fiscal de Baiona, Anne Kayanakis, por el cúmulo de contradicciones y extremos sin aclarar que contiene. Los hechos objetivos y otras investigaciones apuntan en otra dirección, pero cuando han exigido una investigación que pueda sacar la verdad a la luz han recibido amenazas, en esta ocasión del Ministerio de Interior español, haciendo suyo el dicho popular que reza «la mejor defensa es un buen ataque», si bien en este caso más que bueno es burdo e inadmisible. Ayer una familiar de Jon Anza fue llamada a declarar en una comisaría de la Ertzaintza bajo la acusación de «enaltecimiento del terrorismo».

Trato cruel, desprecio y amenazas es lo que ha recibido una familia durante casi un año de sufrimiento por la desaparición de un ser querido. Pero también ha recibido el apoyo de la sociedad vasca, que demanda igualmente la verdad. Es de esperar, y exigible, que la investigación que se abre ahora -gracias al tesón de la familia de Anza, el caso ha pasado a la fase de instrucción- avance en esa dirección.