Eszenak
El silencio entre dos notas
Josu MONTERO
Escritor y crítico
Cuentan que en una ocasión un conocido cantautor informó con satisfacción a un poeta amigo de que acababa de poner música a dos de los poemas de éste, a lo que el poeta, tras un leve silencio, respondió: «Habría jurado que eso ya lo había hecho yo». La poesía es sin duda música; en ella pesa tanto el significado como el significante, esto es: el sonido, la prosodia, el ritmo, la respiración, el silencio, la música. Es por esto que nunca he sido amigo de recitadores, rapsodas o musicadores varios, que lo que suelen hacer es echarle teatro -del antiguo- (sobreactuación pura) a la poesía y despojarla además de su música propia. Los aniversarios de los poetas más reconocidos son siempre ocasión propicia para caer sobre ellos y plantear los más variopintos espectáculos escénicos a partir de sus poemas, amparándose en la coartada recurrente: popularizar la poesía. Este año le ha tocado a Miguel Hernández, culpable sólo de haber nacido en 1910.
Pero hay también planteamientos más serios a la hora de vincular teatro, poesía y música; recuerdo por ejemplo el del dramaturgo francés Enzo Cormann. Fiel a su empeño por lograr un teatro que no se deje encuadrar y que huya de toda simplificación y de toda fórmula esterilizadora, por buscar un teatro que «se convierta en prófugo, deshabituándose constantemente de sí mismo», ha colaborado muchas veces con el jazzman Jean Marc Padovani: «En el teatro el sentido tiene mucho que ver con la musicalidad, hemos hallado entre la poesía dramática y el jazz un cierto modo común de relación con el instante: la escucha, la improvisación, la respiración, la pulsión: el júbilo rítmico». En una de sus obras escribe Cormann: «No hay mayor silencio que el silencio entre dos notas».
Desde ayer y hasta el domingo se celebra en Gijón la VI edición del Festival Internacional de Palabra y Música Spoken Word. Escritores y músicos trabajando juntos y buscando nuevos caminos en escena. Entre otros la Patti Smith poeta con el pianista Tony Sanahan; Jonathan Coe y la banda High Llamas con su «teatro musical hablado»; o la coreógrafa balear Mariantónia Oliver y su compañía de danza con su propuesta de «poesía física».
Volvamos al lúcido Cormann para cambiar de tercio con unas reflexiones suyas que vienen al pelo al hilo de los recientes fastos de puesta de largo de flamantes y peripuestos teatros. Y los que vendrán. Dice Cormann: «¿Debe la flota teatral su supervivencia a algunos rutilantes trasatlánticos o a la formidable diversidad de objetos flotantes más o menos identificados que proliferan por el mundo? Lo que tomamos por grandes ambiciones, tal vez sólo sea la configuración de un complejo de inferioridad. Tal vez suplimos simbólicamente nuestra impotencia mediante la erección de monumentos para nuestra propia gloria». Uno de esos objetos flotantes es La Fundición; en ella, mañana y pasado, el segundo montaje de un joven grupo valenciano, El Pont Flotant, cuyo primer espectáculo es una de las cosas más sorprendentes, hermosas y divertidas que he visto en los últimos tiempos. Aquel «Como piedras» y este «Ejercicios de amor» son puro y gozoso juego, un juego lleno de verdad, y en esa zona de obras que se abre entre teatro y realidad.
Además, mañana es el Día Mundial del Teatro. La gran actriz británica Judi Dench se ha ocupado del manifiesto, un texto breve que ya en sus primeras líneas contiene palabras que referidas al teatro me suenan bastante mal: Entretenimiento, Unificar, Educar, Informar.