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Atentados en el metro de la capital rusa

La guerra en el Cáucaso estalla bajo la sede del servicio secreto en Moscú

Dos mujeres de origen caucásico -conocidas como «viudas negras»- hicieron estallar sus cinturones explosivos segando la vida de alrededor de cuarenta usuarios del metro en dos estaciones de Moscú, una de ellas situada bajo la sede del servicio secreto ruso (FSB, ex KGB) en la plaza Lubianka. El Kremlin no dudó en atribuir los atentados a la rebelión caucásica, hoy islamista, y prometió su total exterminio. Ya lo hizo hace once años. Y creó viudas que mueren matando.

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Antoine LAMBROSCHINI | MOSCÚ

40 personas murieron y 65 resultaron heridas en un doble atentado en hora punta en el metro de Moscú, el más mortífero de este tipo desde 2004, un ataque que el Kremlin no dudó en atribuir a la guerrilla islamista del Cáucaso Norte.

La primera explosión tuvo lugar en un vagón que se hallaba en la estación Lubianka, un lugar altamente simbólico de Moscú. Se halla justo debajo de la sede de los servicios secretos (FSB, en su día KGB) y a escasos cientos de metros del mismísimo Kremlin. La deflagración se registró a las 8 de la mañana y dejó un saldo oficial de 24 personas muertas.

Media hora después, una segunda explosión se registró en otro vagón de metro en el Parque de la Cultura, en la misma línea del metro, provocando la muerte de 12 personas y heridas a otras 15.

La línea roja, que cruza de noreste a suroeste esta ciudad de más de 10 millones de habitantes, es de las más antiguas de la ciudad (1935).

El portavoz del comité de investigación, Vladimir Markine, anunció el hallazgo en ambos escenarios de fragmentos de cuerpos de dos mujeres que llevarían los explosivos atados a sus cinturas. Otra fuente cercana a la investigación aseguró que la identidad caucásica de ambas mujeres, además de la de otras dos que les habrían acompañado hasta el metro antes de las explosiones, habría sido establecida tras el visionado de los vídeos de vigilancia.

«Las explosiones ocurrieron cuando los vagones se encontraban en las estaciones con las puertas abiertas. Murieron algunos pasajeros en el vagón y otros en la plataforma», señaló una portavoz del Ministerio de Emergencia a la televisión rusa.

El hecho de que las puertas de los vagones estuvieran abiertas restó potencia a las explosiones y salvó muchas vidas, según un experto. Otra circunstancia afortunada fue el hecho de que muchos moscovitas llegaran tarde al trabajo al olvidarse de adelantar sus relojes para adaptarlos al horario estival.

Cinturón sin explotar

La Policía anunció el hallazgo de un cinturón de explosivos intacto en la estación del Parque de la Cultura. El director del FSB, Alexandre Bortnikov, atribuyó categórico los atentados «a grupos terroristas ligados a la región del Cáucaso».

El presidente ruso, Dimitri Medvedev, anunció que «la política de represión del terrorismo y la lucha contra el terrorismo va a proseguir, sin aceptar componendas y hasta el final».

El primer ministro ruso, Vladimir Putin, reiteró la idea-fuerza que le llevó al poder en Moscú hace ya once largos años. «Los terroristas serán aniquilados», prometió. «Estoy seguro de que la Policía y los tribunales van a hacer todo lo que esté a su alcance para que estos criminales sean encontrados y cazados», señaló desde Krasnoyarsk, en Siberia, donde se hallaba de visita.

Su sucesor en el Kremlin, Medvedev, ordenó un refuerzo de las medidas de vigilancia en los transportes públicos de todo el inmenso país.

Las otras líneas del metro de Moscú, verdadera «joya de la Corona» de Rusia y herencia del antiguo y desaparecido esplendor de la Unión Soviética, permanecieron abiertas aunque con gran presencia policial.

El último atentado registrados en el metro moscovita data del 6 de febrero de 2004. 41 personas murieron en una explosión entre las estaciones Aztozavodskaia y Paveletskaia. La explosión dejó 250 heridos.

Conmoción e ira

Ulular de sirenas, teléfonos móviles saturados y helicópteros que vuelan entre las avenidas en dirección al centro. El doble atentado sumió en estado de shock a los habitantes de la capital rusa.

Cientos de moscovitas salían conmocionados de las bocas del metro. Algunos lloraban. Un hombre intentaba limpiar la sangre de su cara con una botella de agua delante de la estación del Parque de la Cultura. «Estoy destrozado», narraba Vitali, un estudiante de 21 años que se dirigía hacia esta estaciión poco después de la explosión y cuyo vagón quedó detenido en el túnel. «Cuando la gente va a trabajar o a estudiar uno no espera que pasen estas cosas».

A varios kilómetros, frente a la estación Lubianka, en pleno centro de Moscú, los equipos de rescate evacuaban los cadáveres. Decenas de camiones de color naranja y rojo bloqueaban la plaza, donde aterrizó un helicóptero y que abriga la sede de los servicios secretos rusos.

Un joven cuya amiga resultó herida en la explosión estalló en cólera y arremetía contra los inmigrantes no ya sólo del Cáucaso sino incluso de Asia Central. «No sé quién ha hecho esto, pero mi novia está en el hospital. Voy a matar a alguien, a un tayiko, a un azerí, es igual, todos son iguales», asegura. «Esto es la guerra. En el metro no hay más que tayikos, caucasianos. No hay rusos, tienen miedo».

Los curiosos que se acercaban a la plaza Lubianka no albergaban duda alguna y hacían suya la tesis del Kremlin. «Están diciendo en la radio que eran kamikazes. Por supuesto, son otra vez los caucasianos», sostenía Natalia, obrera de una fábrica de aviones en Iskutsk (Siberia) que está de visita en Moscú. «No pensaba que esto iba a ocurrir de nuevo. Todo esto es simplemente horrible», señala Alexandre, un obrero de 29 años.

La red de metro de Moscú es una de las más utilizadas del mundo, con 8,5 millones de pasajeros diarios.

La línea afectada por los atentados ha sido cerrada «por razones técnicas», anunciaba una voz femenina por los altavoces del resto de estaciones, que seguían funcionando.

La Policía multiplicó los controles de bolsas y maletas. Los pasajeros salían a las plataformas de las estaciones y llamaban desde sus móviles para tener noticias de sus parientes y amigos. «Tendo miedo. Yo creo que todo el mundo está aterrorizado», señaló Lidia Svistunova al salir del metro, cuando confesaba que «he llamado a todo el mundo desde que he tenido noticia de lo que ha pasado».

Muchos moscovitas tuvieron que ir andando al trabajo por razón de los embotellamientos del tráfico y el despliegue de fuerzas policiales y de servicios de socorro.

Moscú ha sido escenario de muchos atentados en los últimos años, pero entre su población se había generado la impresión de que eran cada vez menos frecuentes.

El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, decretó día de luto para hoy, y prometió ayuda médica a los supervivientes.

 
legado soviético

El metro de Moscú es célebre por sus magníficas estaciones adornadas con grandes obras de arte y por su capacidad para transportar a millones de viajeros. Su construcción fue decidida en 1931 por el PCUS y la primera línea fue inaugurada por Stalin en 1935. Es un destino turístico específico y varias de sus estaciones fueron concebidas como refugios antiaéreos por su gran profundidad.

1999

Cinco atentados en Moscú y en otras ciudades rusas dejan un saldo de 293 muertos entre el 31 de agosto y el 16 de setiembre. Las dudas sobre su autoría real persisten once años después. El hallazgo en un inmueble de Riazan (sur) de explosivos que estaban siendo colocados por personal del FSB sembró algo más que dudas sobre la autoría de esta cadena de atentados, nunca reivindicados por la insurgencia chechena.

2000

2002

2003

2004

2009

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