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La Declaración de Bruselas establece los parámetros del conflicto y abre una oportunidad

Pese a que ayer en sus ediciones digitales algunos medios de comunicación lo enfocaron así -otros tardaron horas en informar al respecto, tal vez en espera de que sonase el «teléfono rojo»-, en sí mismo no es noticia que miembros relevantes de la comunidad internacional pidan a ETA un «alto el fuego permanente y completamente verificable». Por ejemplo, que una persona como Raymond Kendall, ex secretario general de la Interpol, pida a un grupo armado europeo que cese en su actividad militar no puede ser considerado, como tal, una primicia informativa.

Lo que sí es realmente reseñable de la declaración realizada ayer en Bruselas por una veintena de líderes internacionales en resolución de conflictos y procesos de paz es que esa petición se inscriba en una lectura determinada de la situación política vasca, a saber, que gracias a los pasos dados por la izquierda abertzale en su proceso de debate y al carácter unilateral de las decisiones tomadas por ese movimiento político -pasos que saludan y elogian los firmantes- se hayan abierto condiciones que, desde el conocimiento tanto de la naturaleza general de esta clase de conflictos, de su experiencia en algunos de ellos, como de su conocimiento de la realidad vasca, consideran que pueden traer a Euskal Herria y al Estado español una paz duradera. También es reseñable que esos líderes sitúen el conflicto político como tal, es decir, con dos partes en liza y con el diálogo como único camino para su resolución. Por eso, a pesar de lo gastado del término, el documento presentado ayer sólo puede ser catalogado como histórico, tanto por sus firmantes, entre los que destacan cuatro premios Nobel de la Paz y altos cargos de gobiernos europeos, como por su contenido, que sitúa el conflicto vasco en sus justos términos, como el último conflicto político con un enfrentamiento armado abierto sin resolver de Europa.

Es en ese contexto en el que la petición de alto el fuego a ETA, así como el llamamiento al Gobierno español a estar a la altura de las circunstancias, adquiere un verdadero valor político.

El conflicto vasco en la agenda internacional

Éstas son las verdaderas virtudes de la declaración realizada por miembros de la comunidad internacional ayer: establecer a nivel europeo los parámetros reales del conflicto vasco, marcar algunas de las prioridades para la fase en la que se encuentra el mismo y situarlo en la agenda internacional. Tampoco cabe ocultar la relevancia de los firmantes. Habrá quien enfatice que muchos de ellos son irlandeses y sudafricanos. Bien, eso revela que es real la percepción de que Irlanda es el caso que más similitudes tiene con el conflicto vasco y que el efecto inspirador y mediador que tuvo allí el proceso sudafricano debe también contagiarse al pueblo vasco y a sus dirigentes políticos. La rúbrica de la Fundación Mandela, de Desmond Tutu o de Frederik Willem de Klerk debería llevar a la reflexión a una clase política que se empeña en ir, en el mejor de los casos, por detrás de la sociedad, y en el peor de ellos, de espaldas a la misma. Lo mismo cabe decir del ya mencionado Raymond Kendall o del que fuera negociador-jefe del Gobierno británico con los irlandeses, Jonathan Powell. Son homólogos e interlocutores de quienes pretenden negar la realidad diaria que vive Euskal Herria.

En ese sentido, no cabe duda de que si gran parte de la estrategia del Gobierno español consiste, tal y como ha admitido Alfredo Pérez Rubalcaba, en la guerra sicológica, formulada en un discurso que pretende llevar al pueblo vasco a la resignación o a la desolación, la declaración de ayer da alas a quienes han pasado los últimos meses -o mejor dicho, las últimas décadas- sembrando la ilusión. Empezando por las personas detenidas en la operación policial que, paradójicamente, impulsó la iniciativa de la izquierda abertzale al dejar en evidencia cuáles eran los temores del Gobierno español. Todos aquellos luchadores por la libertad que no han caído en las trampas e intoxicaciones del enemigo y toda la base social que ha apoyado a su dirección en este momento son corresponsables de la situación. Ellos y ellas han traído al país hasta este punto.

La apelación a las partes es nítida

No cabe ya escurrir el bulto. Es hora de compromisos. Ya no lo dice sólo la izquierda abertzale, ni los duros, ni los blandos, ni un iluso que les da crédito... No cabe tutelar al resto sin aclarar qué va a aportar cada uno, cómo se sitúa ante el escenario que se puede abrir. Que se debe abrir si cada cual hace lo que esté en su mano.

Cada opción política en Euskal Herria tiene sus objetivos políticos, y todos son legítimos mientras permitan al resto desarrollarse en parámetros democráticos. Ése es el reto, el objetivo a medio plazo. Lo cual requiere paciencia, confianza, transparencia, credibilidad, autoridad, prudencia... Pero sobre todo requiere compromisos políticos claros para terminar con el último conflicto abierto en Europa en base a un acuerdo político inclusivo que traiga una paz justa y duradera.

Se está abriendo una oportunidad. Aprovechémosla.

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