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Raimundo Fitero

Más café

En Colombia hay canales institucionales que ofrecen información parlamentaria y presidencial. Además hay unas docenas de cadenas de cobertura estatal y otras más locales. Es decir, televisivamente es un país normalizado, incluyendo en esta normalidad la capacidad de intoxicación, manipulación o de anestesia que todas las cadenas ejercen siempre al servicio de los poderes políticos y fácticos. En este sentido es comparable a cualquier cadena que nos aturde desde nuestro electrodoméstico esencial. Pero el pasado domingo se produjo uno de esos momentos que si no se viven en primera persona es difícil comprender en su entera complejidad.

La mayoría de las emisoras de radio y televisión emitieron en vivo y en directo el acto de entrega de un militar que estaba en manos de las FARC desde hace varios meses. Escuchar las narraciones con un subrayado de emoción, inmediatez y un verbo florido preñado de intenciones convertía ese acto en un espectáculo. Un auténtico montaje audiovisual, con conexiones desde todos lo puntos donde se desarrollaba el acto. Los días anteriores se fueron alimentando las expectativas transmitiendo una serie de mensajes que tenían, se supone, una lectura interna, una suerte de lenguaje patriótico que colocaba un colchón de aterrizaje para lo que se está realmente produciendo. Una negociación en toda regla entre el gobierno colombiano y sus ejércitos y las FARC.

En paralelo, en tiempo y casi espacio, el todavía presidente Uribe pronuncia en directo un discurso tras una reunión con parte de su gobierno en el que da todavía más claves. Alaba su propia gestión. Se refiere a las FARC con toda suerte de insultos y descalificaciones, menciona el coche-bomba de días antes, y se mantiene firmemente encendido en su resolución de seguir negociando. En nombre de la fortaleza del Estado colombiano. Acusa a la guerrilla de convertir en un show mediático un acto humanitario. ¿De quién son esas cámaras y esas cadenas que lo emiten en directo? Estamos ante una campaña electoral que se juega en televisión con las intenciones de resolución de un conflicto armado que dura décadas. Más café colombiano, por favor.

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