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Raimundo Fitero

Gente corriente

Las estadísticas nos dejan los datos sobre las audiencias del mes de marzo y además de las circunstancias excepcionales, las series que despuntan, la lucha entre los noticiarios de las generalistas estatales, lo que interesa más, globalmente, a las audiencias son los asuntos con gente corriente. Viene de muy lejos, hace tiempo que vemos en la parrilla programas en los que aparecen gente ordinaria contando sus cuitas, sus situaciones. Bueno, aquí deberíamos abrir un duda más que razonable, porque hay más que sospechas sobre la presencia de actores, o de gente preparada para hablar de algunos temas. Los programas deben cubrir unos horarios, con testimonios y como, al final se trata de televisión, o sea, de mentiras encadenadas, lo importante es que se cumpla el guión, que se hable, aunque sea de asuntos íntimos, o socialmente relevantes, con testigos reales o ficticios, pero verosímiles.

Gustan aquellos programas en los que aparecen vascos, españoles, gallegos o ciudadanos con cadena autonómica en lugares diversos de la geografía mundial. Dan buenos resultados de audiencia por lo que todas las cadenas se esfuerzan en ofrecerlos, porque resultan ser programas muy rentables. Cuatro personas desplazados, un día de montaje, pocos gastos y buenos resultados en Sofres: una panacea para los productores. Y, realmente, hay entregas muy interesantes, con ciudadanos jóvenes, o veteranos residentes, que crean empatía, enganchan, descubren circunstancias de la vida en otros lugares que llegan de manera más didáctica que en muchos documentales más concienzudos.

Este asunto de la gente corriente como elemento para lograr audiencias es un fenómeno global, y los especialitas lo explican por la saturación en los magacines dedicados a los famosos, porque es más fácil identificarse con alguien reconocible y similar a ti. Es por ello que, «Comando actualidad», tiene buena audiencia, o que el programa de leyes domésticas de Tele 5 al mediodía tiene una cuota más que aceptable. La sencillez, lo cercano, lo aparentemente no manipulado, es una alternativa frente a la sobreactuación, la redondilla audiovisual tan empalagosa.

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