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José Mª Benito Giménez Preso en la cárcel de Castelló II

Torturas en la cárcel

Me llamo José M. Benito Giménez. Quiero hacer pública denuncia de un caso de torturas, las que yo he sufrido. Un caso más de los tantos que vienen sucediendo en esta cárcel, C. P. Castelló-II de Albocasser.

Antes de mi relato, deciros algo sobre mí. Tengo 37 años, de los cuales llevo 20 en prisión. La heroína ha arruinado mi vida y, de paso, la de mi familia. A estas alturas no voy a engañar a nadie. No he sido un preso modélico; más bien al contrario, participando en algún que otro altercado y motín. Es quizás por ello que ahora el sistema pretenda tomarse venganza asesinándome en la impunidad de este lado del muro, de manera silenciosa, anónima.

Estoy enfermo de sida. Los médicos me han dado seis meses de vida. Ante esta perspectiva, lo único que deseo es poder pasar los últimos días de mi vida en mi casa, junto a mi familia, de donde nunca debí alejarme. Y así se lo he solicitado al juez, pues es un derecho que recoge la ley.

Pero no he recibido contestación satisfactoria. En lugar de ello, lo que he recibido del sistema ha sido una paliza de muerte. Esto es lo que ocurrió el día 18 de enero de 2010.

Hacia las 9.00 de la mañana solicito a los funcionarios que me lleven a enfermería por un ataque de cirrosis hepática. Me dan largas. Tras dos horas aguantando un dolor insoportable, una vez más lo vuelvo a solicitar con educación. Los funcionarios se niegan. Pasan de mí. Yo, preso del dolor, la ira, la impotencia, me puse a insultar a los carceleros. A partir de aquí comenzó mi calvario.

Primero en el módulo. Entre ocho funcionarios me llevan al cuartillo. Sin oponer yo resistencia, me abofetean, desnudan, humillan, me dan una patada que me revienta el bazo, y más y más golpes. Seguidamente, me llevan al módulo de aislamiento y entre 16 carceleros me vuelven a desnudar, burlar, me amenazan con ahorcarme y entre todos me dan un palizón, consecuencia del cual sufro la fractura de varios huesos de la mano y de la cabeza. Un fuerte derrame en el ojo, secuelas en la vista para el resto de mi vida, y me tendrán que extirpar el bazo.

En ese lamentable estado, desnudo y medio inconsciente, me meten en una celda de castigo sin nada más que un colchón mugriento, con el frío que hacía esos días. Horas después me sacan al hospital, donde me ingresan.

De las pruebas practicadas en el hospital queda claro, y así consta en los informes clínicos, que las graves lesiones que presento son producto de una agresión y no de una autolesión como pretende el médico de la prisión en su parte.

Todos estos hechos los he denunciado en el juzgado y sólo pido que se me haga justicia, se depuren responsabilidades y se castigue a los torturadores y a quienes amparan y permiten la tortura en la cárcel.

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