El derrocado presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyev, desafió ayer al Gobierno provisional apareciendo por primera vez ante miles de partidarios, mientras que el nuevo poder intenta evitar el caos en el país.

Ante una multitud en su aldea de Teiit (al sur del país), negó una vez más haber dimitido, a pesar de que ha perdido el control del poder tras su huida el pasado miércoles de Bishkek, la capital, tras los sangrientos enfrentamientos entre manifestantes y policías (81 muertos). «Tenía razones para esconderme. Como sabréis, han tomado el poder por la fuerza. Soy el presidente y nadie tiene el derecho o el poder de quitarme de mi puesto. Esto no es una revolución, es una usurpación del poder», destacó Bakiyev, quien reclamó que se desplieguen en Kirguistán los cascos azules de la ONU.

El Gobierno provisional de Bishkek respondió a las palabras de Bakiyev destacando que quería detenerlo, pero que la operación ha sido suspendida para evitar un nuevo baño de sangre, ya que el derrocado presidente estaba rodeado por sus partidarios.