El gigante de Gamesa «Olga» amenaza con modificar para siempre el horizonte de Erribera
Con el futuro de la planta de Gamesa en Altsasu como espada de Damocles, la multinacional intenta convencer al Gobierno de Navarra para que le dé vía libre a su gran creación, el molino «Olga», la construcción humana de mayor altura de toda Euskal Herria. Su plan es modificar para siempre el horizonte de la Ribera de Nafarroa con 51 de estos aerogeneradores que dejan pequeña a la torre Iberdrola de Bilbo.
Aritz INTXUSTA
Las eólicas apuestan por el gigantismo. Han centrado sus esfuerzos en investigación en armar molinos cada vez más grandes y más potentes. Saben que, en un futuro no lejano, los aerogeneradores tendrán que salir al mar, donde las corrientes de aire son más constantes y el impacto visual y la presión de las organizaciones ecologistas será menor. Así ha nacido «Olga», como se conoce al nuevo modelo G-128, de la multinacional eólica y ante cuyas dimensiones harían a Don Quijote salir despavorido.
Buscar referentes verticales en la arquitectura de Nafarroa para compararlos con el G-128 es trabajo inútil, puesto que ridiculiza la construcción más alta de Iruñea, el Edificio Singular. Las aspas de «Olga», en su punto más bajo, sólo rasparían medio metro de su azotea. La altura de la torre del G-128 es tan alta como el monte Urgull de Donostia, 120 metros. Sus aspas, de 62,5 metros, asomarían por encima de la Torre de Iberdrola. Estas palas, al girar, ocupan una extensión de 12.868 metros, equiparable al área la Plaza del Castillo de la capital navarra.
Las dimensiones del gigante han obligado a reformular la fabricación. Ya no se trata de un poste de metal, sino que la estructura arranca del suelo con cemento reforzado y se vuelve de acero a partir de los 100 metros. No obstante, los ingenieros se han preocupado de poder plantar el G-128 en la cresta de los montes. Los primeros tramos se levantan con enormes piezas de hormigón post-tensado, prefabricadas de tal forma que el montaje viene a ser similar al de un molino corriente.
«Olga» todavía no ha encontrado hueco aún en Euskal Herria, pero pronto dominará la sierra de Alaitz. Por el momento, dos prototipos ya se yerguen sobre los Monegros, en el parque de Cabezo Negro. Se trata de proyectos experimentales, destinados a testar la fiabilidad del armatoste. Pero Gamesa quiere dar un paso más allá: su intención es que el Gobierno de Nafarroa dé autorización a nueve parques de Olgas, con 51 máquinas en total, como si se tratara de un molino corriente. La legión de G-128 dominarían así la Ribera, al extenderse por Funes, Lazagurria, Los Arcos, Mendabia, San Adrián, Azagra, Azkoyen, Andosilla, Caparroso y Cortes.
Las capacidades del G-128 multiplican las de un molino normal. Las cabezas que llevan los primeros parques eólicos, como el de Erreniega, son de 500 kilowatios. Un solo G-128 genera la misma electricidad que nueve de estos molinos. Este salto cualitativo ha dado argumentos a algunos en favor de los nuevos gigantes, que confían en que molinos como «Olga» hagan desaparecer gran parte de los 2.100 aerogeneradores que giran a día de hoy en Nafarroa. Esta postura se contrapone a la diseñada por el consejero de Industria, José María Roig, que apuesta por mantener los postes y sustituir los motores por otros de mayor potencia, modelos como el G-52, cuyas palas se fabrican en la planta de Altsasu amenazada por un cierre presentado en Madrid por la multinacional. El G-52 tiene una potencia de 850 kw. Es decir, podría eliminar uno de cada tres mediante la mera sustitución de las cabezas. No obstante, la eólica no ha planteado una reducción; su propuesta es, simplemente, sumar sus 55 gigantes a los ya en marcha.
Pero existe un elemento más que hace especial al G-128, más allá de su descomunal tamaño: se trata del primer molino original de Gamesa. Hasta ahora, Gamesa se dedicaba a copiar, previo pago de las correspondientes patentes, los modelos de la danesa Vestas, líder mundial en el sector de los aerogeneradores. Los gamesas, por tanto, eran básicamente vestas de bajo coste, skodas frente a volkswagens. El G-52 es igual, pero más barato que un V-52 de Vestas. También el G-90 que se fabricará en la nueva planta de Aoiz es una copia del modelo de Vestas V-90. Y no les ha ido mal, porque Gamesa es el tercer vendedor mundial. Ahora «Olga» pretende romper con todo esto. Se le promueve como un molino made in Nafarroa. Pero, en realidad, no sólo es made in, también financiado por. El proyecto en el que se enmarca el G-128 es el Windlider 2015, que contaba con un presupuesto 21 millones, recibió una subvención de 10 millones (más otros 234.000 a través de la planta de Gamesa en Altsasu, entonces Fiberblade). Este programa Windlider no se conforma con «Olga», sino que este gigantesco molino pretende ser el paso previo a otro aerogenerador que, en prinicipio, tendría una capacidad de 10 megawatios, más del doble que el coloso.
En julio del pasado año, el entonces presidente ejecutivo de Gamesa, Guillermo Ulacia, se frotaba las manos con este molino que consideraba «una revolución tecnológica» que -vaticinó- se convertiría «en el producto líder del multimegawatio». El ejecutivo irradiaba optimismo ante un modelo que se lanzaría a la vez en China, Europa y EEUU. Era el momento de «buscar los primeros clientes que apoyen el lanzamiento de las preseries en 2011». Ulacia dimitió en octubre. Al poco tiempo se hizo público el intento de la multinacional de minar la moratoria de parques eólicos en Nafarroa, para colocar 51 «Olgas». Poco después, Gamesa ha tensado la cuerda bajo la amenaza de cerrar la planta de Altsasu, donde trabajan 150 personas. Todo sigue aún en el aire.
La altura de «Olga» es de 120 metros, con unas aspas que miden 62,5 metros. Estas, al girar, ocupan una extensión de 12.868 metros.