CRíTICA cine
«Ciudad de vida y muerte»
Koldo LANDALUZE
Genéricamente, con “Ciudad de vida y muerte”, el cineasta chino Lu Chuan ha aportado uno de los mejores dramas bélicos de la historia del cine moderno y ello se debe a que su discurso dramático y técnico va mucho más allá de las aportaciones referenciales que Spielberg legó con “Salvar al soldado Ryan” para las películas que han abordado la Segunda Guerra Mundial con posterioridad.
En este demoledor retrato de los horrores no hay lugar para los diálogos prolongados, ni se permite que el espectador tome cierto «cariño» hacia un personaje determinado porque Chuan ha apostado por el más de los descarnados estilos a la hora de mostrar una población sacudida emocionalmente por la invasión japonesa que padeció en diciembre de 1937 la ciudad de Nanking. ¿De qué pueden hablar los personajes cuando todo a su alrededor es escombro y muerte? De nada, simplemente queda callar y contemplar las consecuencias del horror.
Para lograr esa necesaria comunicación con el público, Chuan ha recurrido a la sabia elección de que sean las miradas y los rostros cincelados con dolor los que determinen esa conexión y, por ese motivo, uno de los mayores aciertos del filme radica en ese demoledor muro de rostros que nos miran desde el otro lado de la pantalla mientras el caos y el sufrimiento se lanza sobre ellos. Sorprende la rotundidad de unas imágenes rodadas en un blanco y negro –magnífica fotografía de Yu Cao– como no se ha visto en años y la perfecta planificación de unas escenas que consiguen un adecuado equilibrio entre la acción de la batalla y los miedos que atenazan a los perdedores.
Lo que no encuentro muy lógico es que sean muchas las voces que acusan a “Ciudad de vida y muerte” de ser un filme maniqueísta –¿acaso “Salvar al soldado Ryan” no lo es?– cuando todo lo narrado en la pantalla está perfectamente datado en las crónicas históricas. Sería una lástima que este tipo de acusaciones hicieran mella en el recorrido comercial de una obra maestra que fue descubierta y merecidamente premiada en Zinemaldia de Donostia.