Brasilia, el sueño futurista de Niemeyer, celebra su medio siglo de vida
Con su forma de ave que tiene las alas extendidas y famosa por las monumentales estructuras curvas concebidas por Oscar Niemeyer, la capital administrativa de Brasil, la futurista Brasilia, celebra hoy sus cincuenta años inmersa en la peor crisis de corrupción de su historia.
Aldo GAMBOA-AFP | BRASILIA
La presencia del ex gobernador de Brasilia, José Arruda, que acaba de cumplir dos meses en prisión condenado por corrupción, restará bastante brillantez al aniversario. El lunes pasado todavía no se sabía si los fuegos artificiales y la música estaban asegurados -se había hablado de Maddona y el ex Beatle Paul McCartney-, porque los contratos, de más de dos millones de dólares, estaban paralizados por los tribunales. Hoy, al menos, todas las campanas de las iglesias de la ciudad sonarán al unísono. Finalmente, habrá misas, exposiciones, fuegos artificiales y un concierto de música popular brasileña.
Patrimonio de la Humanidad desde 1987, Brasilia -una obra conjuntamente ideada por el urbanista Lucio Costa, el paisajista Roberto Burle Marx y el arquitecto Niemeyer- fue inaugurada el 21 de abril de 1960. La nueva capital de Brasil, que simbolizaba un viejo sueño de unidad nacional al situarla en el centro del país, se hizo famosa en todo el mundo por los edificios diseñados por Niemeyer. «Siento como si aterrizase en otro planeta, no en la Tierra», exclamó el cosmonauta ruso Yuri Gagarin al llegar a Brasilia en 1961.
El Parlamento, con sus dos medias esferas invertidas, y la catedral, de inmediato se convirtieron en símbolos del gigante sudamericano, como el Palacio de Planalto (sede de la presidencia) y sus arcos de mármol que dan la impresión de que apenas se apoyan en el suelo. Incluso el palacio de Itamaraty (el Ministerio de Asuntos Exteriores) parece flotar sobre un estanque. Todos estos edificios, que parecen desafiar a la gravedad, son característicos del estilo de Niemeyer, una forma de pensar y crear que revolucionó y marcó la arquitectura moderna.
En cinco años
Situada en una meseta árida, a más de 1.000 metros sobre el nivel del mar, Brasilia fue concebida en el siglo XIX, cuando surgió la idea de que sustituyese a Río de Janeiro y reequilibrar así al país para «llevarlo» hacia al interior, lejos del superpoblado litoral. En 1955, el presidente Juscelino Kubitschek dio el pistoletazo de salida a la construcción y cinco años después, en un tiempo récord, la ciudad pudo ser inaugurada. «Queríamos hacer una arquitectura diferente, que sorprendiera», explica Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares (15 de diciembre de 1907), este pionero de la utilización del hormigón.
Gracias a los impresionantes edificios de Brasilia, obtuvo numerosos premios, incluido el Pritzker (el Nobel de arquitectura) en 1988. Con más de 600 obras con su firma, entre ellas el edificio de Naciones Unidas de Nueva York, y en marcha numerosos proyectos en Brasil y en el extranjero, este hombre frágil, de ojos brillantes, dice que «tener 102 años es una mierda y no hay nada que celebrar», salvo el hecho de que Brasil se ha vuelto más «igualitaria desde la llegada al poder de un antiguo trabajador», el presidente Lula da Silva, como declaró el día de su cumpleaños. Sin miedo a la muerte e impenitente fumador, este hombre continúa activo.
Programada para alcanzar los 600.000 habitantes en 2000, en la actualidad quintuplica esa cifra y lo que fue un sueño se ha convertido en una pesadilla, a modo de metáfora de los problemas sociales de Brasil.
«El ángulo no me atrae, ni la línea recta, dura, inflexible. Lo que me atrae es la curva sensual del cuerpo femenino», suele decir Niemeyer. Apodado «el arquitecto de la sensualidad» y considerado uno de los grandes reformadores de la arquitectura del siglo XX, es también un ardiente activista comunista.