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Tras la última declaración de la izquierda abertzale

El rumor de la ola basta para derribar ya algunos diques

Ya nadie desprecia la potencialidad del camino emprendido por la izquierda abertzale, nadie habla de «más de lo mismo», nadie siente el suelo seguro bajo sus pies

Ramón SOLA

Primera noticia: la declaración presentada por la izquierda abertzale en Iruñea desató ayer un auténtico torrente de reacciones. Hablaron todos, o sea, todos los mismos que prefirieron responder con silencios despreciativos a la Declaración de Altsasu, al documento ``Zutik Euskal Herria'' e incluso a una Declaración de Bruselas que reunía a los principales líderes de los dos bandos de los procesos de solución sudafricano e irlandés.

En Iruñea se habló de levantar una «ola creciente» en favor de la solución al conflicto. Pero ha bastado el primer rumor de fondo para que empiecen a caer muchos diques dialécticos. Iniciativas como Independentistak, Hamaika Bil Gaitezen, Adierazi o GaztEHerria sólo acaban de nacer, en Madrid sonarán a chino y en Euskal Herria, a muchos, también. Pero ya nadie desprecia la potencialidad del camino emprendido por la izquierda abertzale. Nadie habla de «más de lo mismo». Nadie siente el suelo seguro bajo sus pies. Todo el mundo intuye que efectivamente puede levantarse una ola que arrase todos los esquemas predefinidos de los últimos años. El PSOE corre a resituarse: ya no dice que no haya nada nuevo, sino que no puede hacer nada para ayudar (como si alguien esperara de gente como Rubalcaba otra cosa que no sean sabotajes represivos). Al PP ya no le basta con que ETA pueda parar, exige condenas, perdones, incluso acatamientos de la Constitución (y ya veremos si flagelaciones públicas). El PNV asume que la izquierda abertzale avanza, pero alega que el «tren de la normalización» estaba en marcha antes (¿será ése que les atropelló en Lakua?). Declaraciones que suenan a improvisación cuando menos, a impotencia cuando más. Y es que los muros anteriores no sirven, han quedado superados por la realidad.

Construirán nuevos diques, está claro. Pero cada vez resultarán menos creíbles, tan artificiales como las reacciones de ayer. Si ese ruido de fondo se sigue transformando en onda, la onda en ola y la ola en marea, no tendrán otra opción que subirse a ella o quedarse construyendo rompeolas siempre incapaces de capear el temporal.

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