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Juanjo Basterra Periodista

Miran a otro lado para no ver el reguero de sangre

A qué juegan las administraciones públicas, que no son capaces de poner fin a la elevada sangría que se produce en el mercado de trabajo? Es uno de los mayores fracasos de la sociedad. Mientras las administraciones públicas nos entretienen con campañas de sensibilización para decir que hacen algo, no obligan a los empresarios a que cumplan la legislación en materia preventiva y lo que es más grave: no ponen la suficiente dedicación para evitar que se produzca tanta muerte.

¿Qué sociedad puede decir que es avanzada o desarrollada si para producir riqueza, por cierto para unos pocos, los trabajadores deben perder la vida? En los últimos diez años, en Hego Euskal Herria se han producido más de un centenar de muertes de media por año. En la UE fallecen 167.000 personas al año por la falta de seguridad y prevención en los centros de trabajo; y en el mundo, según la OIT, más de 2,3 millones de personas pierden la vida por ir a ganarse el pan.

Está claro que no todos los empresarios son incumplidores, pero sí una gran mayoría. Les importa muy poco la vida de sus trabajadores, porque si muere uno, se cambia por otro. Es una lógica capitalista sencilla, pero cargada de sangre de la clase trabajadora.

En Euskal Herria en este siglo ya se ha producido un rastro de muerte y de falta de calidad de vida por las consecuencias que han dejado los accidentes y las enfermedades profesionales que producen muchas lágrimas y destrozos de familias enteras. ¡Cuánta muerte sin tomar medidas reales! Tan preocupados que están por los accidentes de la carretera, los de la violencia machista, los del «terrorismo», los de... resulta que no les queda un hueco en sus apretadas agendas para obligar a que los empresarios cumplan la legislación para que el trabajo no sea una trampa mortal.

Está demasiado clara, un año más, esa máxima que dice que el trabajo mata. Quienes se mecen un día sí y otro también en sus poltronas no quieren darse cuenta de esa dramática realidad que atraviesa de norte a sur y de este a oeste por nuestros pueblos, porque viven enchufados al bolsillo de la élite económica, quien compra barato su silencio.

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