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Polémica sobre la «transición» española

No es Garzón, ni es pasado

Ramón SOLA

No es casualidad que Euskal Herria haya sido, junto a La Rioja, el único lugar del Estado en que este fin de semana no ha habido actos de apoyo a Garzón. Como tampoco lo es que este país haya estado a la cabeza de la recuperación de la memoria histórica de los crímenes iniciados en 1936. Los vascos sabemos que el tema es mucho más serio y profundo que la imagen de un juez, y sabemos además que todo esto no es pasado.

El tema no es Garzón. Es Gernika, es Durango, es el fuerte de Ezkaba. Y también es el 3 de marzo de Gasteiz, es Montejurra, son los sanfermines de 1978, son los GAL de los 80, es la dispersión carcelaria de los 90 y también las ilegalizaciones del siglo XXI. Porque la impunidad del franquismo es la prueba del algodón de que no hubo ruptura, sino continuidad. Son ataques que en Euskal Herria se denuncian a diario y desde siempre, sin necesidad de exaltar a un juez que sirve, eso sí, para que descarguen su propia cuota de responsabilidad en el olvido quienes nunca han querido ver la realidad. ¿Dónde estaban los Almodóvar y compañía en estos 35 años?

Si en algún sitio toda la evolución política ha estado absolutamente marcada por y desde el franquismo, ése es Euskal Herria. Se puede especular, de entrada, con si ETA hubiera llegado a nacer. Lo sabe mejor que nadie la derecha españolista, porque fue la gran beneficiada, y por eso planta batalla ideológica. Primero fue Mayor Oreja quien se descolgó con aquello de «la extraordinaria placidez» y ahora es Arantza Quiroga. Está bien. La suya es una ofensiva en la que la mayoría social vasca tiene todas las de ganar, porque tiene todas las razones. Y que no se puede ceñir ni a la figura de Garzón ni al pasado, porque llega hasta hoy y hasta aquí, incluso hasta ese parlamento y esa presidenta.

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