Javier ASPIAZU

Fue una estrella europea en la plenitud de su carrera (el pianista serbio, establecido en el Estado francés, Bojan Zulfikarpasic) quien se encargó de rendir homenaje este año al recordado Pío Lindegaard. Músico ecléctico y versátil donde los haya, Bojan Z, como se le conoce comercialmente, ha alternado en sus 8 discos hasta la fecha todo tipo de formaciones y estilos. De hecho, si algo le distingue es su voracidad: estamos ante un insaciable caníbal de influencias musicales, que deslumbra no sólo por su enérgico virtuosismo sino por el acierto a la hora de elegir diferentes compañeros y variar de rumbo en cada nuevo proyecto. En Getxo presentaba su última banda: el joven cuarteto Tetraband. De entre sus miembros sólo el italiano Gianluca Petrella, espectacular trombonista de técnica estratosférica, difería de la formación que grabara en 2009 «Humus», último disco de Bojan Z, que constituyó casi la totalidad del repertorio. El directo que escuchamos fue un despliegue arrollador de impetuosa creatividad, siempre estimulante y a menudo sorprendente. Un cóctel ubérrimo, por momentos excesivo en lo que a vatios respecta, que fusionó electrónica, free, jazz rock y folklore balcánico en dosis desiguales. La exuberancia característica de Bojan Z se extendió a todos los rasgos de su música: fulgurantes transiciones de volúmenes y velocidades sonoras, súbitos y frecuentes cambios rítmicos, sorprendentes efectos electrónicos (Bojan Z alternó el piano acústico con su peculiar «Xenophon», teclado electrónico de su invención; Petrella utilizó con fruición y acierto la mesa de efectos); y en todo momento, una interacción lúdica y, en extremo vigorosa, entre los miembros del cuarteto. A este hirviente magma sonoro no sólo contribuyó de forma decisiva el superdotado Petrella, sino también un flemático batería de peinado imposible e inspiración volcánica llamado Sebastian Rochford y una discreta bajista de poderosa pulsación rítmica: Ruth Gordon. Un recital impactante de un músico en perpetua evolución.