CRíTICA cine
«Océanos»
Mikel INSAUSTI
Pese a que no soy de los que dicen en las encuestas que ven los documentales de National Geographic, he de reconocer que “Océanos” me ha impresionado por su dimensión espectacular, inteligentemente conjugada con un discurso bastante contenido y nada alarmista. La película quiere transmitir el amor por la vida marina mediante una llamada a las sensibilidades dormidas, por cuanto sus responsables prefieren utilizar un texto poético que no interfiera en la desbordante belleza salvaje de las imágenes. La alocución, de la que en la versión original francófona se encarga el productor, director y actor Jacques Perrin, no ofrece ningún tipo de información científica sobre las raras especies que van apareciendo en pantalla. Es así porque se persigue una experiencia de tipo sensorial, sustentada en la fuerza visual de las tomas submarinas y los sonidos naturales que las acompañan, que vienen a ser como llamadas de socorro, sobre todo las emitidas por los grandes cetáceos. Cuando se hace el silencio en las profundidades es la partitura musical de Bruno Coulais la que se impone, con esa propensión característica a la conjunción de voces angelicales desde que compusiera, también para la productora Galatée Films, la exitosa “Los chicos del coro”.
En “Océanos” el punto de vista de un niño es el que guía la mirada del espectador, gracias a que el adulto que le acompaña, otra vez Jacques Perrin, parece tratar de recuperar asimismo la inocencia perdida, tal vez a causa de su mala conciencia por la corresponsabilidad dentro de la sociedad moderna en la degradación medioambiental. Juntos de la mano visitan un Aquarium y, al mirar a través del cristal de la inmensa pecera descubren, admirados, lo que hay al otro lado. El momento de intensidad emocional llega al entrar en la sala donde se encuentran los restos de las especies desaparecidas, comprendiendo la necesidad de preservar la memoria del mar, al igual que los oceanógrafos que dedican tanto tiempo y esfuerzo a películas como esta.