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«La cuestión económica puede coadyuvar en la vía a la independencia»

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Elisenda PALUZIE I Decana de economía catalana

Decana de la Facultat d´Economia i Empresa de la Universitat de Barcelona, Elisenda Paluzie, que milita en la plataforma Sobirania i Progrés, aporta al debate en torno al futuro de los Països Catalans un punto de vista que, desde fuera, pasa muchas veces desapercibido: el económico.

Txente REKONDO |

La economista y profesora universitaria Elisenda Paluzie remarca el protagonismo que pueden adquirir los factores económicos a la hora de encaminarse hacia la independencia. La viabilidad contrastada de un eventual Estado catalán y la necesidad de conformar un Estado propio son otros aspectos que conviene remarcar.

Un manifiesto señalaba hace algunos meses que «la autonomía no es la solución, es la hora de la independencia...»

Ese manifiesto se produce en un contexto determinado, cuando se está a la espera de la sentencia del Tribunal Constitucional y algunos agentes planteaban la necesidad de realizar una manifestación multitudinaria en caso de una sentencia negativa para el Estatut. Al mismo tiempo se constata de manera más creciente que gran parte de la sociedad catalana se ha dado cuenta de que, con sentencia o sin ella, el autonomismo ya ha tocado techo y ya no es capaz de solucionar los problemas de la sociedad.

Al mismo tiempo se percibe que la única solución para conseguir niveles de bienestar es la independencia. Y esto también implica que haya que pasar de un independentismo que es reactivo a uno que construye y plantea un proyecto.

Los motivos económicos también tienen su peso en ese camino hacia la independencia...

El principal motivo para querer ser independientes es que nos sintamos un pueblo, que tengamos un sentimiento de identidad compartida, y que democráticamente así lo queramos. Y por tanto el motivo económico no es el que nos da la legitimidad, lo que ocurre es que los motivos económicos nos pueden dar un contexto más o menos favorable a que el independentismo triunfe, pero no tiene por qué ser el único motivo.

Háblenos un poco del expolio fiscal...

Lo que ocurre en Catalunya es que el régimen común de financiación ha condenado al país a una situación de un déficit fiscal enorme que no tiene comparación con otra situación a nivel europeo. Estamos hablando de que el déficit fiscal de Catalunya en las ultimas estimaciones de la Generalitat (año 2005) ya era del 10% del PIB catalán.

El déficit fiscal es la diferencia entre los impuestos que se han pagado en ese territorio y todo el gasto público que ha recibido éste. Si se mantiene el mismo nivel, estamos hablando de un déficit fiscal de 21.000 millones de euros (3.000 euros por persona y año).

Y esta situación el ciudadano medio la percibe. Comprueba la mala calidad de las infraestructuras (no existen autovías gratuitas), de la educación o la sanidad, y además compara todo ello con lo que ve en otras comunidades autonómicas, lo que provoca un sentimiento muy compartido por toda la sociedad catalana de rechazo a esa realidad. Incluso instituciones pro- status quo, como las Cámaras de Comercio, han venido emitiendo comunicados bastante duros sobre este tema, y no olvidemos que todo ello acaba afectando a la calidad misma del Estado de bienestar.

Es importante observar cómo está el sistema de financiación autonómica para entender todo esto. Catalunya ocupa el tercer puesto a la hora de la recaudación, pero el decimoprimero cuando se trata de recibir. Este sistema es perverso, y es el resultado de aquella filosofía de café para todos, en el que la mayoría de comunidades reciben más de lo que aportan, y no quieren ni hablar de reformar el sistema.

¿Cómo afecta eso a las cuestiones diarias?

El puerto de Barcelona es una puerta de entrada para muchas de las mercancías que proceden de Asia vía el canal de Suez, y carece de una vía propia de tren para canalizar las mismas; el eje mediterráneo que se articula en torno a los Països Catalans es la principal vía exportadora hacia Europa y los propios intercambios comerciales dentro del mismo son muy importantes, y no está ni previsto conectar esa vía con medios modernos; por no hablar del tren de cercanías o del desarrollo del aeropuerto. Desde el Estado español se ha venido potenciando un centro económico, Madrid, y para ello se ha hecho todo un sistema gradual en torno al mismo.

Algunos señalan que el proceso de globalización ha restado protagonismo a los estados, que es una realidad superada. Sin embargo, todas esas voces pertenecen a un Estado, que defienden a capa y espada; además, tras la crisis económica y financiera, el papel de los estados ha vuelto a repuntar...

El manido argumento del ciudadano del mundo, ese que sostiene que «para qué queréis un Estado si ahora las fronteras no importan, si todo es una economía abierta, y además estamos en un mundo globalizado y tenemos a la UE», se ha puesto en entredicho por parte de estudios realizados por importantes personalidades académicas a nivel internacional. Estas fuentes han llegado a la conclusión de que con la globalización hay más estados en el mundo (se ha pasado de los 74 miembros de la ONU en 1945 a más de 200 actualmente, y muchos de ellos creados a partir de los noventa).

En sus tesis han observado que las fronteras también pueden obedecer a causas y factores económicos, y de ahí han observado el equilibrio entre dos fuerzas que tiran en sentido contrario. Una centrípeta, que tiende a unir unidades políticas diversas para formar grandes estados, y otra centrífuga que actúa al revés. Y señalan que la globalización ha venido a romper ese equilibrio en favor de las segundas, de aquellas que favorecen la dispersión y la secesión.

¿...y a qué obedece este cambio?

Porque el motivo para que te interese permanecer en un Estado más grande es aprovechar una economía de escala y el tamaño del mercado. En un contexto proteccionista con barreras a la importación, si eres un país pequeño tu mercado también lo será, de ahí que te interese un mercado más grande. Pero cuando la globalización rompe esto, y deja de haber esos aranceles, el mercado pasa a ser el mundo, y por tanto esa fuerza que te favorecía en un Estado grande pierde fuerza o simplemente desaparece.

¿Qué puede decirnos de la viabilidad económica de las naciones sin Estado?

Cuando ganan poder y fuerza los mecanismos que favorecen la secesión, vemos que básicamente un estado muy grande difícilmente puede satisfacer las necesidades de su ciudadanos, por falta de proximidad. Y esa situación se invierte cuando hablamos de gobiernos más pequeños y por tanto más próximos a ellos. La globalización y la liberalización comercial han favorecido por tanto esas tendencias secesionistas, y por ello se explica mejor que cada vez haya más estados nuevos, viables, y que los grandes estados-nación estén en claro retroceso.

En el caso de Catalunya se percibe la necesidad perentoria de acceder a la independencia; en el marco actual los principales instrumentos de política económica siguen estando en manos del Estado. Además, si nos atenemos a los datos, podemos ver cómo la economía de los Països Catalans se ha internacionalizado de manera creciente (las vetas de empresas catalanas en 1995 eran del 23% al resto del mundo y 41,6% al resto del estado, en 2007 se ha pasado al 32,3% y 34,5% respectivamente.

Otro tema que cobra actualidad en estos momentos es el de las pensiones, y se ha comprobado que si Catalunya tuviera un sistema de Seguridad Social propio, entre 2004 y 2007 acumularía unos fondos de reserva de más de 13.000 millones de euros, o se podría pasar de una pensión media de 704 euros a una de 878 euros por persona.

Y para ello es clave la necesidad de una estatalidad...

En el caso de Catalunya no es que sea sólo viable, sino que es necesario también, porque para poder competir en este mundo globalizado necesitas que el Gobierno esté cerca, y que haga una inversión pública en base a las necesidades de su estructura económica. Por otro lado, también hemos visto que la globalización tiene sus consecuencias muy negativas (sectores enteros que desaparecen, incremento de las desigualdades sociales...), por tanto se hace necesario más que nunca un Estado de bienestar que compense o frene esos efectos negativos. De hecho, se está viendo que los países que son más competitivos y a la vez tienen una mayor cohesión social son países pequeños como Finlandia, Dinamarca...con un alto sentido de civismo, de sentirse parte de una comunidad...

¿Cómo se enmarcaría un Estado catalán en Europa y el mundo?

Catalunya puede tener un papel geoestratégico importante, volver un poco a sus raíces, volver a recuperar ese protagonismo en el Mediterráneo, de puente con el Magreb y también intentar potenciar su relativa proximidad a Asia. Tiene que ser un Estado muy europeo, que participe en Europa, pero que aporte esa especificidad de país mediterráneo y de proximidad con todo el mundo mediterráneo, de enlace o puente entre esas diferentes realidades.

Y mientras tanto, la crisis asola al Estado español...

En el Estado español se ha optado por un modelo que no ha ayudado a la economía productiva, a las empresas industriales exportadoras, activas y dinámicas. Se ha apostado por las grandes empresas con intereses en Latinoamérica, el sector público, la construcción, el turismo...y no han hecho los deberes. Ahora tenemos una economía que es la peor de Europa y a la que le va a costar más que al resto salir de la crisis.

La economía española no ha aprovechado los años de crecimiento económico para optar por un modelo que ayude a la industria, la tecnología, la innovación, o se invierta en educación, en capital humano. En su lugar se ha apostado por no ayudar a esa economía productiva y por el modelo subsidiario.

Históricamente ha sido un Estado rentista y cuando se acabaron las rentas latinoamericanas, ha tenido las rentas de Catalunya, y si se acaban éstas...

«Si el movimiento cuaja, Madrid podrá tensionar y amenazar, pero no creo que pueda ir más allá»

¿Cómo valora el fenómeno de las consultas?

Muy positivamente. Se puede decir que es un fenómeno que ha aparecido de una manera casi casual, pero a la vez es la consecuencia de todo un movimiento de fondo que hay en Catalunya y en el que surgen numerosas iniciativas desde la base, muchas veces poco organizadas, pero que van todas en la misma línea, de empezar a construir, a ir más allá.

En ese sentido, la consulta de Arenys de Munt fue muy importante porque por un lado permitió visualizar el déficit democrático de la llamada transición española, y por otro la votación en sí misma tuvo un efecto pedagógico enorme, porque permitió visualizar que la decisión de ser independientes o no es una decisión democrática.

Además, el movimiento está teniendo más virtudes, porque está ayudando a tejer un movimiento social, justo cuando se hablaba de desafección política, y se ve que lo que se daba era una crisis de la política institucional, de las dificultades de los partidos para conectar con la ciudadanía.

La respuesta del Estado no se ha hecho esperar, primero intentando prohibirlas, luego presionando en diferentes frentes, para más tarde provocar miedo y acabar finalmente intentando ignorar esa realidad...

Sí, eso se ve en el primer momento en torno a Arenys de Munt, cuando la agresividad del Estado es manifiesta. Primero se persigue al Ayuntamiento por ceder un local a una entidad social del pueblo, posteriormente autoriza un manifestación de Falange para el mismo día de la votación, y ¡¡además se descubre que el abogado del Estado fue candidato de Falange en el año 1995!!, y a ello se añadirá la posterior intervención de la portavoz del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, diciendo que la autodeterminación no cabe en la Constitución española.

Con esa actitud logra el resultado contrario al deseado y a partir de ahí el Estado aprendió de su error y ahora lo que hace es despreciar la consulta, no hablar de ella, para no darla a conocer o para posteriormente resaltar que la participación ha sido «muy baja». Es evidente que el que no quiere la independencia de Catalunya no quiere tampoco que se vote, que se pueda decidir. Por eso hay que romper con eso y hacer que los que no desean la independencia tengan que aceptar que se puede tomar esa decisión democráticamente.

La democracia española, cuando menos, tiene importantes carencias. En ese contexto ¿qué se puede esperar del Estado si este movimiento hacia la independencia acaba recibiendo el apoyo mayoritario de la sociedad catalana?

Se puede esperar una fuerte tensión política. Sin embargo, a día de hoy, en pleno siglo XXI, en el seno de la UE y como miembro de organizaciones internacionales, el Estado español también debe respetar las reglas del entorno. No obstante, el arma que utilizará será la tensión y la amenaza política, campañas mediáticas muy agresivas, con gran peso en el terreno psicológico. No debemos olvidar que uno de los objetivos de las consultas es un escenario en el que los partidos políticos en el Parlament convoquen el referéndum de autodeterminación, y probablemente el papel del Estado español en ese escenario sea parecido al que jugó el Gobierno canadiense en vísperas de la consulta en Québec, no creo que se produzca una situación pareja a la que mantuvo Serbia ante Kosovo. T.R.

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