Sábado primero de mayo. Banderolas y pasquines antes de la manifestación. En uno de los pocos cafés abiertos, los periódicos comentan la condena a medias del antiguo ministro del interior Charles Pasqua por abuso de bienes públicos en la época en la que Edouard Balladur era primer ministro. A medias porque el tribunal de jueces, diputados y senadores que le ha juzgado ha sido tan magnánimo que no se ha visto despojado de su cargo de senador. Y ello, a pesar de que ya cuenta con una condena de prisión por un turbio asunto de venta de armas en Angola. Tan turbio, puede también leerse en la prensa del sábado, como el que rodea al propio Balladur, inmerso en una investigación por haberse lucrado presuntamente de la venta de submarinos a Pakistán. Submarinos franceses que no serán muy diferentes del que en enero de 2004 se cruzó con un pesquero bretón, el Bugaled Breizh, hundiéndolo junto con sus cinco tripulantes. Los periódicos del primero de mayo se hacen eco de un informe que apunta hacia un accidente; los del sumergible -quizá estadounidenses, quizá británicos u holandeses o incluso franceses, nada se sabe- habrían arrastrado sin darse cuenta las redes del pesquero provocando el vuelco. El caso es que los cinco marineros se quedaron allí abajo, en el fondo del Atlántico.

Sábado primero de mayo. Banderolas y pasquines antes de la manifestación. Los periódicos prevén que las movilizaciones en defensa de las pensiones llenarán las calles de las principales ciudades. Obviamente no estarán los cinco del Bugaled Breizh. Tampoco, aunque por muy distintas razones, ni Pasqua ni Balladur: ellos hace tiempo que se aseguraron una estupenda jubilación.