Hace unos años casi todos los programas llevaban las palabras amor y/o vida en sus títulos. Ahora mismo se trata de que aparezca el verbo cantar, en todas sus declinaciones y con todas las posibilidades de gerundios o adverbios. Así que vamos cantando, bailando y explotando a los niños. Porque esa es la otra tendencia, que aparezcan niños y niñas que tengan vocación artística, ellos o sus progenitores que nunca se acaba de saber con exactitud quién es el que inicia el movimiento, si los niños o sus padres. Un niño prodigio es una fuente de ingresos bastante considerable, y los papás se pueden hacer sus representantes, no solamente legales, que ya lo son, sino artísticos con lo que algunos no ven a un hijo sino a un negocio.

Parece que colocar niños o animales es una manera certera de lograr atención de audiencias amplias. Para que todo se amplifique en cuanto a su interés, debe ser en plan competitivo, para entendernos una búsqueda de talentos infantiles. No se crea nadie que es algo nuevo. En la televisión única en blanco y negro había un programa matinal de los domingos que con una orquesta en directo dirigida por el recordado maestro Ibarbia, salían niños y jóvenes buscando su oportunidad. Era competitivo y por eliminación se llegaba hasta el triunfo final. Algunos ganadores tuvieron un gran recorrido posterior. Más tarde, con las privadas en marcha, se han buscado otras fórmulas, en colorines, con disfraces o imitaciones, pero con la misma intención de nido de arte televisivo. Lo de ahora es otro golpe de efecto, el péndulo ha oscilado hasta este lugar y mientras se van quemando y arrasando las posibilidades irán sacando niños y niñas cantando por la tele con más o menos fortuna, en casi todas las cadenas.

El horario de emisión de estos concursos con cancioncillas no parece el más adecuado en la mayoría de las ocasiones para que niños y jóvenes los vean. Probablemente no les interesa a los programadores como consumidores, porque se emiten en días y horarios que las recomendaciones pediátricas aconsejan estén durmiendo los más pequeños.

Compiten en gorgoritos, gracias, guiños y parecen hombrecillos o mujercitas jibarizados.